Impresiones sobre Malasia

Sandra Candal
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Los indios siguiendo con sus tradiciones

Malasia, premio Nobel de la Paz



Como ciudadana del mundo que soy, y con la sensación de no sentirme de ningún lugar, puedo aseguraros que Malasia ha sido uno de los destinos en los que más me he sentido a gusto de todo el planeta.

¿Por qué me llevé esta impresión de Malasia? Porque ese país del Sureste asiático (tan desconocido para nosotros) debería optar, en mi humilde opinión, a un premio Nobel de la Paz.

No quiero ser ingenua y, supongo, que las (relativamente) buenas condiciones económicas del país ayudan a esa unidad.

Aunque la gente vive humildemente y es uno de los países más baratos del sureste asiático, sorprende ver que Malasia sigue con un crecimiento bastante constante y ha sabido evolucionar gracias en parte a su gran versatilidad y multiculturalismo.

A pesar de ser un país relativamente joven, que ha sido invadido numerosas veces, dentro de la diversidad hay unidad. Y ya se sabe… ¡La unión hace la fuerza! (O eso dice el refrán, al menos).

Al “soy malasio” – que siempre va primero – se le añade la coletilla de “pero soy chino/indio/malay”… ¡y no pasa nada!

Todos conocen sus orígenes pero se sienten orgullosos de la comunidad de la que forman parte ahora.

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Niño malasio en el autobús
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Puestos de comida china por doquier
Cazadores de tesoros en Malaca, Malasia

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El punto fuerte de Malasia: las diferencias de sus conciudadanos



Cuando visitas Malasia es como si estuvieses visitando varios países a la vez pero con un toque diferente: he visto a una China sonriente, una India limpia y ordenada y el Islam ser una religión abierta, comprensiva y amigable.

Y por consiguiente, he visto una Malasia muy trabajadora y constante (como los chinos), colorida y agradecida (como los indios) y paciente y amable (como los malays).

Por consiguiente, se puede decir que etnias con costumbres muy diferentes conviven en armonía.

Malasia ha cogido lo bueno de cada una de ellas y, por ello, se siente orgullosa de tener una identidad tan rica y diversa.

Resulta gracioso ver algo así, sobre todo, procediendo de un país en el que nos cuesta aceptar las diferencias, en el que el diálogo se hace cada vez más difícil, donde cada uno tira para su lado, barre para su casa cuando mejor le conviene.

Un país en el que hasta hace poco todo era blanco o negro, en el que ya no se es capaz ni de pactar…

En Malasia, todas las partes han aprendido a ceder y a respetarse, a tomar lo bueno que les aporta la gente diferente a ellos.

Todos han decidido poner de su parte. Aparte del malayo, la gran mayoría puede comunicarse perfectamente en inglés que se han convertido en segunda lengua «oficial» dentro de este país «Torre de Babel».

Claro que los orígenes son importantes pero no siempre se puede mirar al pasado y el inglés, nos guste o no, sirve para negociar…

Malasia, un país de los que muchos deberían aprender…



Malasia, para mí, ha sido la representación de cómo deberían de vivir muchos otros países inmersos en conflictos constantes y discusiones sin fin.

Dejen atrás el odio y la violencia.

Existe un lugar en el mundo en el que la comprensión, el respeto por los demás es posible sin que eso haga desaparecer tu esencia. 

De vivir allí, yo también me sentiría orgullosa de ser malasia.

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Todos adoran el street arte de Georgetown
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Orgullosos de ser malasios
Cazadores de tesoros en Malaca, Malasia

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Orangutanes en el Norte de Malasia
Orangutanes en el Norte de Malasia
Mi viaje y recomendaciones para viajar solo a Malaca
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