Mi viaje y recomendaciones para viajar a La Habana

Sandra Candal

Abril, celebrando mi cumple con mis padres y de repente aparece un vuelo para Cuba por 390 euros ¿Qué haríais vosotros? ¡Pues no dejar pasar la oportunidad!

Tendría que esperar seis meses antes de que llegase el momento pero por fin podría conocer la Cuba de Fidel

Cuando por fin llegó el día, aún no lo había asimilado.

Lo que más me agobiaba era la horrible escala en Caracas al regreso. 

La noche antes, en Madrid, con la ayuda de mi prima, reservaría un hotel para evitar más nervios y quebraderos de cabeza…

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La Habana Vieja

La Habana Vieja es la parte más antigua de la Capital y son las primeras imágenes que nos vienen en la mente cuando pensamos en Cuba.

El barrio es Patrimonio de la Humanidad y aún conserva varias fortalezas (ver más abajo). 

No dejes de visitar la Plaza Vieja, la de Armas y la de la Catedral que son las más bonitas y conservan todo el encanto del pasado.

En esta zona también se encuentran varios edificios emblemáticas y que todos los turistas no dejan de visitar: la Bodeguita del Medio (restaurante que fue visitado por un montón de personajes ilustres), la Floridita (Patrimonio de la Humanidad y famoso por sus daiquiris alabados por Ernest Hemingway) y el Hotel entre Ambos Mundos (considerado como un buen lugar para escribir según el mismo autor).

El Capitolio y el Gran Teatro de La Habana

El Capitolio, construido en el s. XX, se inspiró en edificios de París, Roma y, cómo no, en el Capitolio de Estados Unidos.

Hoy en día es uno de los emblemas de la ciudad.

Fue concebido para ser la sede del Parlamento cubano.

Sin embargo, tras la revolución, se convirtió en el Ministerio de la Ciencia, Tecnología y del Medio Ambiente.

Junto a él se encuentra el Gran Teatro, actual sede del Ballet Nacional de Cuba. Fue también construido con otro propósito: ser la Sede del Centro Gallego en La Habana.

La Habana Centro

La Habana Centro es el barrio que se encuentra entre la Habana Vieja y el Vedado.

Personalmente me pareció igual o más fascinante que otros lugares más turísticos.

Por sus calles, se encuentran numerosos edificios históricos, que han vivido lugares mejores, que se han convertido hoy en la vivienda de muchos cubanos.

Os encontraréis pequeños rincones escondidos como La Guarida, un restaurante que se encuentra en el edificio en el que se rodó la película Fresa y Chocolate.

El Museo de la Revolución

Este edificio colosal tiene una exposición que, aunque sea sencilla es medios, es extremadamente detallada.

Cuánto más me adentraba en la historia, más me sentía ¿nostálgica?

¿¡Cómo grandes ideas y tan buenas intenciones han podido acabar así!?

Cómo podía haber criticado tanto Fidel a Batista y estar cometiendo sus mismos errores… (por ejemplo, con temas como la censura).

¡Una vista imprescindible si quieres saber más sobre la Revolución cubana!

El Malecón y el Barrio del Vedado

Esta amplia avenida de 8 km de largo y con 6 carriles es otro de los Monumentos patrimonio  de la Humanidad de la ciudad.

Al atardecer el Malecón se llena de vida y es que es uno de los puntos de encuentro de los cubanos.

No dejéis de ver un bonito atardecer desde allí. Parte de Punta Tacón y hasta el Torreón de la Chorrera (que es el barrio en el que se encuentra la Necrópolis de Cristóbal Colón, el cementerio más grande la Habana).

El barrio del Vedado destaca principalmente por sus casas coloniales, sin embargo, esconde más secretos.

Merece la pena detenerse por el Callejón du Hamel, un proyecto del escultor Salvador González Escalona para promocionar la cultura afrocubana. Los domingos se realizan allí conciertos, representaciones, conferencias o talleres de pintura para niños.

Otra de las cosas curiosas que se pueden hacer en Vedado es tomarse un helado en el Coppelia, la Catedral del helado. La encontraréis con facilidad ya que siempre hay cola en esta heladería que sirve unos 16 000 litros de helado diario.

El Monumento a José Martí y la Plaza de la Revolución

En  medio de la Plaza de la Revolución se encuentra el Monumento a José Martí, héroe nacional.

Esta plaza me dejó boquiabierta y es que me pareció mucho más inmensa de lo que puede ver en la tele.

Aunque el memorial a Martí preside la plaza, está totalmente invadida por los turistas haciéndose la emblemática foto con las estampas del Che y de Cienfuegos que se encuentran en unos edificios contiguos.

El Hotel Nacional de Cuba

El Hotel Nacional de Cuba es uno de los hoteles más emblemáticos de La Habana por su lujo y elegancia inaugurado en 1930.

Es Monumento Nacional y ha sido declarado Memoria del Mundo por la UNESCO.

En él se hospedaron personajes como Marlon Brando o Hemingway.

Sin embargo, no todo es romanticismo. Ahí están también viejos cañones apuntando al mar y, bajo el bonito césped del jardín, están escondidas unas trincheras con un pequeño museo dedicado a la Crisis de los Misiles.

Fábricas de puros o el Hotel Habana Libre

Los puros cubanos tienen fama mundial.

¿Cuáles son las marcas más famosas de habanos? Los Partagás, los Montecristo o los Cohiba son algunas de las marcas con más renombre.

Se pueden visitar sus fábricas para ver todo el proceso. Pero también podéis ver cómo se lían los puros a mano en el Hotel Habana Libre, uno de los hoteles más grandes de Cuba con 25 pisos.

Además este edificio es emblemático, porque tras el triunfo de la Revolución, se convirtió en su cuartel general, por lo que bien merece una visita.

Como curiosidad, Fidel Castro estuvo allí hospedado tres meses en la suite 2324.

Las fortalezas de La Habana

Hay que recordar que la capital estuvo siglos resistiendo a ataques de piratas.

En la Habana vieja nos encontraremos varias fortalezas, Patrimonio de la Humanidad: el Castillo de la Real Fuerza, el Castillo de la Punta, el Castillo de Tres Reyes Magos del Morro y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña.

Junta a esta última, se encuentra la monumental estatua del Cristo de La Habana con 20 metros de altura, ubicada sobre la colina de La Cabaña.

La Tropicana

La Tropicana es un famoso cabaret que se fundó durante los años 40.

Es una mezcla de carnaval, ballet y circo, un mix entre boleros y cha cha chá que hacen de él un espectáculo incomparable.

Por él han pasado artistas como Joséphine Baker, Nat King Cole, Frank Sinatra o Celia Cruz.

Por si toda esta información no  ha sido suficiente, consulta la página oficial de Turismo de La Habana

Mi viaje a La Habana: Diarios de viaje



Cuando al fin el avión se aproximó a la isla, me entraron escalofríos. No sólo por lo bella que me pareció desde los aires sino por todo aquello que representaba. Siempre me había fascinado aquel lugar. Estaba tan intrigada sobre con qué me iba a encontrar.

Las primeras noches en La Habana era lo único que había reservado. Luego, tal y como me habían recomendado, viajaría a ritmo cubano, dejándome ir… Los horarios de trenes y buses entre ciudades parecían imposibles de combinar así que ¿¡Para qué estresarse!?

Pío y Lidia, un viejo matrimonio, serían mis anfitriones en el barrio de Vedado. La habitación sencilla con cama de matrimonio y baño propio, limpísima y con un desayuno increíble pero, lo mejor, un trato familiar que hiciese que me sintiese como en casa de mis abuelos. 🙂

Para mi primer día en La Habana decidí que me olvidaría de las prisas tal y como me ocurría en otros de mis viajes. Tampoco dispondría de Internet así que serían 10 días de desintoxicación total. A tan sólo 10 minutos andando de casa, me sumergía ya en pleno Malecón y veía el famoso Hotel Habana Libre (cuartel general de Castro durante la Revolución) que me pondría los pelos de punta. Según iba abriendo el día, me dejé guiarme por mis instintos. Me olvidé de la cámara y me puse a caminar con las manos en los bolsillos, saboreando el olor a mar Caribe.

Me encontré entonces con el bonito Hotel Nacional de Cuba hasta el que me desvíe. Las vistas al Malecón desde allí eran impresionantes y el interior tan elegante y distinguido con su decoración colonial… 

Seguí mi paseo todo lo largo del Malecón. Dejé de mirar definitivamente el reloj. A ver allí unos pescadores no pude menos de sacar mi cámara de fotos de mi bolsa de tela. Se sorprendieron que no fuera “cubanita” y empezaron amablemente a conversar conmigo. Uno de ellos se ofreció entonces a enseñarme el Callejón de Hamel que estaba a unos metros de allí. Era temprano: sólo estaban los comerciantes colocando la mercancía para turistas, los camareros reponiendo la bodega… No quise sacar la cámara. No quería romper el momento. Allí me senté con aquel muchacho que me contó que era profesor y empezamos a contarnos batallas sobre la vida y el amor mientras me invitaba a probar una canchánchara.

Decidí arrancar en dirección a La Habana vieja. Él decidió acompañarme otro rato más y me invitaría a desviarme un poco para visitar el escenario de la película “Fresa y Chocolate dónde se encuentra ahora mismo el paladar La Guarida. A pesar de la decadencia, la belleza de la ciudad resplandecía en todos sus rincones y me tenía fascinada.

Cuanto más me iba adentrando en Habana Centro, más me veía hipnotizada. Los colores, los coches antiguos… Y por lo tanto ganas irrefrenables de sacar la cámara pero aguantaba por el hecho de que era feliz por no llamar la atención a diferencia de los demás turistas con shorts, sandalias con calcetines, móviles y cámaras al cuello, locos por pagar lo que fuese por recorrer la ciudad en coche descapotable… Preferí ser invisible y seguir caminando tranquilamente sin sentirme acosada…

Empezó a entrarme el hambre. Tras descansar un rato en un banco en el Parque Central frente a la estatua de José Martí, decidí seguir el consejo de Pío y me dirigí a los coloridos edificios frente al mismísimo Capitolio. Allí se encontraban tres restaurantes: Los Nardos – en la primera planta, el más turístico y el más caro, el Asturianito – en la segunda planta, de precio medio y con cocina cubana – y el Trofeo – en la tercera planta con pizzas y sándwiches. Me decanté por el del medio y la verdad es que mi primer almuerzo, aunque sencillo, fue rico, económico y abundante.

Ya con las pilas cargadas, tocaba acabar el recorrido previsto para aquel primer día en dirección a la Habana Vieja. Volví a mezclarme con la multitud pero, esta vez, el ambiente puramente turístico. Muchos cubanos vestidos con trajes tradicionales, pintores, músicos callejeros buscando ganarse la vida gracias al turismo… Pase un breve momento por los famosos Habana Club y la Bodeguilla del Medio pero muy en el fondo sabía que no era lo que estaba buscando…

Sí, La Habana Vieja era la típica imagen de Cuba, única, de postal, colorida y alegre…  Aquella tarde, empecé a sentirme encantada y triste por todo aquello porque, en el fondo, sabía que todo aquello no era probablemente más que una bonita careta. Como las máscaras sonrientes del teatro griego, era muy probable que existiese otra cara menos sonriente… Una montaña rusa de sensaciones acaba de iniciarse en mí, estos serían los primeros sentimientos encontrados en este viaje que acababa de iniciar…

El día siguiente se presentó nublado. Esta vez haría el recorrido inverso al primer día: empezaría en la Habana Vieja y, ya que el tiempo no acompañaba, aprovecharía para meterme en el Museo de la Revolución. Confieso que, como friki de la Revolución cubana, me impresionó. 

Al salir del museo, recorrería “Cuba Tacón”, el último tramo del Malecón que discurre a lo largo de la Habana Vieja, desde el Castillo de San Salvador de la Punta al Castillo de la Real Fuerza. Desde este paseo, se pueden ver la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, el puerto… A pesar de la recomendación de Pío, descarté la idea de subir al Cristo de la Habana ya que estaba muy nublado y seguí callejeando por la Habana Vieja.

Lo cierto, aunque es extremadamente turística, uno entiende perfectamente que sea Patrimonio de la Humanidad porque realmente es una zona encantadora y perfecta para perderse. El ambiente, la música de sus calles me encandiló. La Plaza de Armas, la Plaza de la Catedral, el Palacio de los Capitanes Generales, la Plaza de San Francisco de Asís (y su colección de osos) y la Plaza Vieja simplemente mágicas. Me quedé allí un buen rato, como una tonta, viendo cómo unos niños jugaban allí mismo descalzos al fútbol…

Aunque puede parecer que La Habana no tiene mucho más, no es así. El inconveniente es que las distancias de un lugar a otro son bastante grandes (¡y eso que me gusta caminar!). Para aprovechar al máximo lo que me quedaba de tarde, al final, me decanté por coger un bus turístico (¡sí, confieso!). El Habana Bus Tour fue todo un acierto. Por 5 CUC volvía a recorrer de nuevo todo el Malecón pero esta vez en la dirección opuesta, veía el barrio Tropicana, pasaba por delante de la Necrópolis de Colón (el cementerio más grande de la Habana), recorría la larga Avenida de los Presidentes (flaqueada por increíbles mansiones coloniales hoy al servicio de los organismos públicos). Finalmente decidí bajarme, cómo no, en la mítica Plaza de la Revolución.

Volví a subirme para parar esta vez en la Universidad de la Habana pero se me echó el tiempo encima y no pude ver más que su escalinata…

Cayó la noche así que, tras tanto bus, decidí volver ya caminando a casa. Me sorprendió ver que apenas había iluminación por las calles de Centro Habana. Sin embargo, fue curiosa la sensación porque me sentía totalmente tranquila. Había ambiente en las calles a pesar de la oscuridad, vecinos hablando de su día, niños con sus bicicletas, jugando a las canicas, saltando y bailando… En cierto modo, me recordó mi infancia, cuando de pequeña podía jugar hasta tarde en las calles del pueblo de mi madre sin ninguna preocupación… Me di cuenta que añoraba que ya no existiese esa seguridad en nuestras ciudades tan supuestamente desarrolladas…

Pasando por una calle, llamó mi atención el ruido de bongos. Vi un montón de gente frente a una casa y desde los balcones del primer piso iluminado parecía que había una fiesta. Vi a dos turistas al igual que yo intrigados con aquello. Decidí entonces acercarme a preguntarle a unos señores que estaban hablando en la puerta que qué era aquello y me invitaron a entrar. Giré la cabeza y vi entonces a la pareja se levantaba a toda prisa para unirse a mí…

Entramos en aquella casa y presenciamos unos cantos-bailes/ritmos afrocubanos. A pesar de que allí estábamos tres intrusos, la gente nos devolvía la mirada con una sonrisa y nosotros allí fascinamos nos arrinconamos para no molestar en aquel espectáculo que parecía como sagrado.

Bajé las escaleras y arranqué para casa. Cuando a mi llegada, les conté emocionada a Pío y Lidia mis aventuras de aquel día se quedaron ojipláticos. “¡A mí me da mucho miedo eso de la santería! No sé cómo te atreviste a entrar” me dijo Lidia.  Decidí disfrutar un rato de la compañía de mis “abuelitos cubanos” y me quedé en el salón con ellos a ver el telediario y conversar (no se dejaba de hablar del inicio de las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos).  No pude menos que lanzarme a la piscina y preguntarles abiertamente sobre todo aquello y aún más que tras ver la reacción de uno y otro al decirles que había estado en el Museo de la Revolución. Pío defendió entonces a capa y espada todas las decisiones de los Castro pero tan pronto se fue a la cama, me encantó que Lidia fuera la otra cara de la moneda de la realidad que empezaba a entrever. “Yo pertenecí a las milicias castristas” – me contó sin pudor – “pero todo esto ha quedado obsoleto. ¡Se intentó pero no funcionó!”.

Seguimos de charla hasta las tantas de la mañana pero, para mí, aquello fue totalmente revelador. A pesar de la crítica abierta (y totalmente argumentada de la mayoría de las personas con las que hablé), todos eran conscientes de los grandes avances que había tenido lugar en Cuba y se sentían aún agradecidos, de cierta manera, con el régimen por todo aquello. Por desgracia, debido al bloqueo americano, siempre quedaría la duda sin resolver de si aquello hubiese podido realmente funcionar, además todo había degenerado… Cuando crees en algo con todas tus fuerzas y de repente tus sueños se ven frustrados, llega la incertidumbre…

 

4 comentarios

  1. Soy cubano residente en España y me ha gustado mucho leer sobre tus experiencias allá en Cuba. Como en todas partes, hay cosas buenas y también las hay malas, y ya cada cual saca sus conclusiones. Sigue escribiendo así de bien y mucha suerte. Un saludo cariñoso para ti.

    1. Muchísimas gracias, Alfredo, por tus ánimos. No sabes cómo me ha emocionado tu mensaje y es que los cubanos, tras este viaje, os habéis definitivamente ganado mi corazón. Saludos!

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