Guía y recomendaciones para viajar a Mandalay

Sandra Candal

Mi última parada en Birmania sería la ciudad de Mandalay.

Reconozco que apenas había oído hablar de ella y, sin embargo, decidí que pasaría allí cuatro días.

Estaba convencida que me reservaría buenas sorpresas… ¡y así fue!

Qué ver en Mandalay: Mis 5 Imprescindibles



Estos han sido mis lugares preferidos tras pasar 4 días en Mandalay

Inwa (Ava)

La mayoría de los turistas van hasta Mandalay para ver el famoso puente U Bein.

Sin embargo, lo que más me enamoró fue el pueblecito de Inwa (también llamado Ava) que se encuentra a treinta kilómetros.

Este lugar rodeado de maravillosos arrozales y, hoy, tan apacible fue capital de imperio durante cinco siglos.

Muestra de ello sus estupas en ruinas, sus abandonados monasterios y su torre de vigilancia inclinada a raíz del terremoto de 1839… ¡Probablemente de los lugares que más me fascinó de Birmania!

Buda en Innwa en Mandalay, Myanmar
Buda en Innwa en Mandalay, Myanmar
Cazadores de tesoros en Malaca, Malasia

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El puente U Bein (Amarapura)

Desgraciadamente, el atardecer en el puente U Bein se han convertido en todo una acontecimiento de masas (al igual que Bagan).

En mi opinión, tantos visitantes han ido restándole encanto a esta construcción que permitir cruzar el río Taung Tha Man de orilla a otra.

Se puede recorrer el puente más largo de teca del mundo a pie (¿cuánto tiempo conseguirá aguantar? 🙁 ) o contratar una pequeña embarcación para verlo en toda su envergadura desde el agua.

Desde luego, se trata de una maravilla de la construcción: 1,2 kilómetro de largo y 1086 pilares de madera que aún siguen resistiendo desde 1850.

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El Monasterio Shwenandaw y Mandalay Hill

En Mandalay, lo que más me gustó con diferencia fue el llamativo Monasterio Shwenandaw, construido en 1880.

La delicadeza con la que fue esculpida la madera de teca da la sensación de que va a echar a volar.

A una hora andando todo cuesta arriba (15 min en motocicleta) está Mandalay Hill: un impresionante mirador desde el que ver las cientos de pagodas y monasterios de Mandalay.

Desde allí podréis visualizar dos de las más grandes pagoda de la ciudad: la de Kuthodaw y la de Sandamuni.

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El templo Mahamuni, los monjes de Ganayon Kyaung y Sagaing

Para conocer la Mandalay más religiosa (miles jóvenes de todo Birmania se dirigen allí para internarse en sus monasterios), no podéis perderos el templo Mahamuni.

Es uno de los cultos con más devolución.

Miles de fieles se acercan a este enorme Buda y le ofrecen (pegan) pan de oro.

Otro de los grandes turísticos de Mandalay es dirigirse a Amarapura, al monasterio de Ganayon Kyaung.

Es una de las “escuelas” más importantes de la región fundada en 1914.

Sobre las 10 se van formando filas para el desayuno. Mientras los pobres «monjitos» hacen cola para empezar su rutina diaria, allí se reúnen miles de turistas para la foto.

Finalmente, para cerrar este paseo religioso, no dejéis de visitar Sagaing, al borde del río Ayeyarway (a 20 quilómetros de Mandalay). Esta antigua capital está también repleta de fascinantes monasterios.

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El Palacio imperial de Mandalay

Lo más llamativo de Mandalay es el enorme cinturón formado por su extensa muralla rodeada por agua en el centro de la ciudad.

Una vez se accede a la ciudadela, su interior no es tan impresionante como cabría pensar.

Os recomiendo alquilar una bicicleta para alcanzar directamente lo más interesante.

El Palacio que perteneció a la última dinastía de Birmania, de estilo tradicional, me recordó personalmente los palacios japoneses.

El conjunto de edificios nos dan una idea de cómo era la vida de la corte del s. XIX.

Nota: Las visitas al Palacio de Mandalay y al Monasterio de Shwenandaw están incluidos en la tasa que se paga en la entrada a Mandalay así que no os olvidéis de presentar el tiquet para no tener que pagar otra entrada.

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Dónde dormir en Mandalay



Durante aquellos días encontré un hotel con habitaciones individuales a muy buen precio: el Royal Yadanarbon Hotel.

Mandalay es muy grande por lo que es complicado dormir en el centro, siempre tendrás que desplazarte de un lado a otro.

Royal Yadanarbon Hotel en Mandalay
Royal Yadanarbon Hotel en Mandalay

Mi viaje a Mandalay: Diarios de viaje



Mandalay, aunque que sea una gran desconocida, es la segunda ciudad más importante de Birmania con casi un millón de habitantes. Pensé que no sería tan enorme y simplemente, como de costumbre, salí del hotel y eché a andar. Eran mis últimos días en Myanmar y ya me estaba dando pena dejar este país que me había parecido tan auténtico. Pero… había que seguir adelante.

Según mi mapa, había una «ciudad» amurallada cerca de mi hotel así que me fui en esa dirección. No parecía que las distancias fuesen tan enormes pero finalmente me pasaría una hora entera caminando. Me vi rodeando toda esa muralla para poder acceder al Palacio de Mandalay (sólo se podía acceder a través de una de sus puertas).
Cuando por fin lograba entrar, el interior de esta misteriosa urbe estaba llena de casas modernas. Había vigilancia por todas partes por lo que intuí que quizás fuesen viviendas militares y alguno de aquellos edificios fuese oficial. Para llegar hasta el palacio me recomendaron entonces alquilar una bicicleta. Aquel lugar era enorme así que lo hice para no perder más tiempo y alcanzar de una vez por todas mi objetivo. Todos ellos – más que acostumbrados en ir en bici y en moto a todas partes – me miraban y se reían de mi torpeza, jeje.
Al fin llegué junto al Palacio Real y tras descalzarme como todos, me dispuse a visitar este curioso edificio tradicional que fue la vivienda de la última monarquía birmana. Nada de información turística pero esta sorprendente arquitectura ya hablaba de por sí sola.

A un paso de allí también se encontraba el Monasterio Shwenandaw. A pesar de todo lo que había caminado, tenía ganas de más. Así que, ni corta ni perezosa, seguí la muralla rodeada de un bullicioso tráfico. En este caso, la sorpresa sí sería mayúscula. Este monasterio del s. XIX, totalmente construido en madera oscura de teca, me pareció realmente alucinante. El labrado de la madera era increíble. Es simplemente mágico ver como un material como este puede parecer tan sólido y ligero a la vez. Si el exterior es impresionante, el interior tampoco me decepcionó con sus enormes columnas y juegos de luz y sombra. A su lado se encontraba un templo blanco y dorado relativamente moderno. En él se estaba preparando un acto de graduación de monjes budistas. Como siempre, mi instinto arácnido me pedía que me colase, pero tras informarme, esta ceremonia no tendría lugar hasta el lugar siguiente y sería a puerta cerrada…

Como es costumbre para cualquier viajero, llegaba uno de los mejores momentos del día: la puesta de sol.
El mejor lugar para verla es, sin duda, Mandalay Hill. Aunque me quedasen fuerzas, muy pronto descubriría que estaba a una hora caminando y que no había transporte común para llegar hasta allí.

¡Tocaba probar los mototaxis birmanos! Tras un extraño regateo con varios de ellos, me mandaron al “primo” de uno de ellos que se encargaría de subirme hasta lo alto y llevarme luego de vuelta a casa. Lo gracioso es que este buen hombre era la mitad de mi tamaño y la moto no me parecía lo suficientemente potente como para subir toda esa cuesta. Contra todo pronóstico, a todo gas y soltando humo negro a nuestro paso, adelantamos a toda la gente que subía caminando. Me dejó en la cima en el momento perfecto.
En lo alto se encuentra la preciosa Pagoda Sutaungpyei de colores suaves y alegres, recubierta de cristales que reflejaban la luz rosada del atardecer de una forma increíble.
Para no variar, como ya me había ocurrido en varios de los templos, allí se acercaron dos jóvenes monjes curiosos por saber de dónde venía y practicar inglés. A nosotros se unió una chica vietnamita llamada Hong y, como suele ocurrir a menudo entre viajeros solitarios, acabamos entablando conversación e intercambiamos números para seguir recorriendo la ciudad juntas el día siguiente. 🙂

Mi «mototaxista» esperaba por mí a la puerta para bajar. Tenía que irme. Dispuesto a sacar una buena propina antes de dejarme en el hotel, decidió llevarme hasta un pequeño parque de atracciones en las que había réplicas de todos los monumentos de Mandalay iluminados como si fuese navidad. Un broche de oro bastante surrealista tras un día de lo más completo, jejeje.

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