Excursión de un día al Lago Titicaca

Sandra Candal

Al llegar de noche, mi primera impresión de Puno fue que no era tan fea como me habían dicho.

Vale, la ciudad no tiene nada de especial que visitar pero al verla iluminada de noche al borde del Lago Titicaca me gustó un montón.

Al día siguiente, contraté otra de las visitas más típicas para todos los que viajamos a Puno solemos hacer: la excursión a las islas de los Uros y a Taquile.

Excursión a las islas de Uros



Hacía un tiempo espléndido así que coger el ferry con sol fue una auténtica gozada y la verdad es que parece mentira lo que la naturaleza es capaz de hacer: ¡un lago a 3000 metros de altura nacido de las aguas que se derriten de los glaciares de los Andes! 

Supongo que será por la altitud pero, el cielo azul se reflejaba de una manera tan impresionante en el agua del Lago Titicaca que este tomaba a su vez ese precioso tono celeste.

Tras apenas 45 minutos de travesía empezamos a divisar un montón de islitas.

Llegamos a una isla de los Uros donde las 20 personas que pueden vivir en ellas nos esperaban como agua en mayo.

Los Uros son una tribu milenaria que siempre han vivido en el lago.

Tomaron la totora (juncos) que el mismo Titicaca les proporcionaba y empezaron a crear islas flotantes.

Como os podéis imaginar, el agua va pudriendo la planta así que hay que estar constantemente reponiéndola.

La gente vive en casas hechas del mismo material y evidentemente hay que tener sumo cuidado a la hora de hacer fuego cuando se cocina, por ejemplo.

La totora también se come (la textura es parecida al tallo blanco del apio pero no tiene apenas sabor) y dicen usarla para lavarse los dientes.

Los Uros, como cabe de esperar, vivían principalmente de la pesca…

¿Por qué no me gustó la excursión?

Porque todo me pareció excesivamente artificial.

Desde el recibimiento con todos los niños en primera fila hasta los pequeños puestos perfectamente preparados para que los turistas compráramos artesanía.

Tras las explicaciones sobre la comunidad, cabía la posibilidad de darse un paseo en sus embarcaciones también hechas de totora pero preferí quedarme a curiosear.

Me dio la sensación que las casas también estaban puestas como decorado y me dio mucha pena pensar que esos niños estaban allí de escaparate porque se ganaba más dinero así con ellos que mandándolos al colegio…

Tras comprar unos cuántos souvenirs, decidí sacar una tableta de chocolate que tenía en el bolso y voló en cuántos segundos…

Excursión a la isla de Taquile



Regresamos al ferry durante una hora más para nuestra siguiente parada: Taquile.

Taquile es una isla bastante grande en la que vive otra de las miles de comunidades que engloba Perú.

El paisaje desde ella al Lago Titicaca es soberbio.

La embarcación nos dejó en el puerto y tocaría subir una cuesta arriba de una hora… ¡y sufrir la altitud!

Nuestro guía nos dio una planta para aliviar la falta de oxígeno y no sé si realmente así o el efecto psicológico pero efectivamente al olerla conseguía retomar el aliento.

En el punto álgido nos encontramos entonces a los habitantes de Taquile que llevan de símbolos característicos, una boina roja y una bolsa colgando de la cintura.

La bolsita sirve para llevar la famosa hoja de coca que desde siempre se masticó allí.

Los habitantes de Taquile también se distingue porque tienen sus propias reglas entre las cuáles está prohibido robar, mentir o ser perezoso.

Uno de los habitantes nos llevó entonces a su casa para el almuerzo (no incluido en el precio de la excursión) en el que nos sirvieron productos típicos de la zona: la sopa de quinoa con verduras y la trucha (hoy en día hay muchos piscifactorías por la zona).

Tras la comida, bajamos ya por la otra parte de la isla a retomar el ferry para regresar a Puno.

A día de hoy, otra de las cosas que caracteriza la isla de Taquile es que no se comercia sino que sólo existe el trueque.

Sin embargo, hoy en día, en el mundo moderno, son conscientes de la necesidad de importar productos que no tienen en la isla así que una vez más, al igual que los Uros, los habitantes de Taquile ven el cielo abierto cuando aparecen turistas ya que les dejan dinero.

De regreso a Puno, realmente me sentí confusa por aquel día.

Por un lado, me alegraba conocer un poco más sobre la pluralidad étnica de Perú y, de hecho, por ejemplo, me contaron luego que las comunidades de las islas de Uros reciben ayudas del gobierno para poder subsistir.

Sin embargo, ¿hasta qué punto es positivo este tipo de turismo en el que se está perdiendo la autenticidad de esos pueblos para mostrárselo al guiri como si de un parque de atracciones se tratase?

¿Existe alguna otra alternativa para un turismo sostenible-solidario en casos así? ¿Qué opináis?

Lago Titicaca en Perú

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2 comentarios

  1. Para mí fue un chasco enorme: una turistada en toda regla y una pena por lo interesante del lugar. Pero como tú dices, es demasiado artificial, todo muy preparado para el turismo. No sé cuál podría ser la solución, pero es cierto que algunas localidades del valle de Colca conservan su esencia a pesar del turismo…

    1. Hola! Me alegro que otra gente lo hayáis sentido como yo. No podemos convertir aquello en un «Disneylandia», eso está claro, sin embargo, es tan difícil mantener un equilibrio entre turismo y tradiciones. Creo que casi preferiría un museo que tratase el tema y sólo un número de visitas restringidas al año a las islas… ¡Es lo único que se me ocurre!
      Gracias por tu aportación!

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