Mi experiencia en un hammam turco

Después de ver tantas cosas en Estambul (Santa Sofía, el barrio de Beyoglu, la Mezquita Azul, la Cisterna Basílica, el Puente de Galata, el Gran Bazar, San Salvador de Chora, el mirador Pier Loti, el Palacio Topkapi, etc.) para mi último día ya sólo quería disfrutar y un poco de relax así que busqué un buen lugar dónde hacerme un masaje.

Sitios que ver en Turquía
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Guía y recomendaciones para viajar solo a Estambul
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¿Qué son los baños turcos?



Son baños a los que se va no sólo a lavarse sino también a relajarse en medio de nubes de vapor.

En Medio Oriente, estos lugares siempre fueron además lugar de reuniones.

Suele haber una zona tipo sauna, luego se pasa a un cuarto más caliente antes de sumergirse en agua fría y finalmente darse un masaje.

En los hammam más tradicionales sólo se lleva un pequeño paño a modo de pareo.

¿Cómo es el masaje turco?



¿Merece la pena hacerse un masaje en un hammam?

Pues depende.

Al igual que en Tailandia, los masajes se han popularizado muchísimo en Estambul.

Nos encontraremos un montón de baño.

Sin embargo, al igual que me pasó con el masaje tailandés, es bueno ser cauto con dónde te metes.

Muchos de mis conocidos tuvieron experiencias de lo más desagradables y en vez de un masaje, les han estado metiendo palizas, jejeje.

Afortudamente para mí, mi experiencia en el hammam recomendado por Patricia Schultz en su lista de Sitios que ver en Turquía fue muy buena.

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Mi experiencia en el Hammam Cagaloglu



Me levanté más tarde que de costumbre y decidí pasear por el bonito barrio de Ortaköy ya que hacía un día estupendo.

La mañana pasó volando.

Aún tenía tiempo así que volví a echar un vistazo a la lista de Patricia Schultz: ¡había visto todo aquello y mucho más!

Sólo me faltaba probar la experiencia de ir a un baño turco.

Por un lado, todo lo que sea probar cosas nuevas me encanta pero, por otro, me daba algo de miedo ya que varias personas me habían hablando de los golpes y sacudidas que les habían metido algunos «masajistas»…

Sin embargo, ahí estaba en mi lista de 1000 sitios que ver antes de morir: el Hammam Cagaloglu.

Destacar que es algo muy turístico de Estambul: encontraréis un montón de hammam / hamami en todas partes.

Nada más llegar me encuentro con un gran cartel anunciando que aquel es el lugar del libro “1000 places to see before you die”.

Me adentro por un estrecho pasillo y la cosa pinta bien…

¡Hasta que empiezo a ver la pared llena de retratos de famosos: Harrison Ford, Tony Curtis, Cameron Diaz, Kate Moss y un largo etc.! ¡Todos parecen haber pasado por aquí!

Empiezo a preocuparme pensando en la estafa que me espera sobre todo sabiendo que a Patricia Schultz le gusta lo bueno.

Pienso para mis adentros ¡Bueno, lo que sea!

¡Estoy en Estambul, es mi último día y tengo la visa! 😛

Entro tímidamente y de repente me quedo maravillada por el riquísimo olor a jabones que se respira en toda esa sala con un mostrador que parece antiquísimo.

Me dan una carta, como si de un restaurante se tratase: Masajes sencillos, masajes turcos, masajes completos…

No entiendo nada así que decido coger el del medio (ni el más barato ni el más caro) y me cobran unas 50 liras que vienen a ser más o menos los precios estándar de otros sitios que vi de camino.

Entro en el hall destinado sólo a mujeres dónde la arquitectura es preciosa, hay una fuente en medio de la sala y un montón de pequeñas cabinas dónde cambiarse.

Me dan una llave para dejar allí todas mis pertenencias.

Me dejan una toalla grande y unas chanclas de madera.

Me desvisto y es entonces cuando me da un pequeño ataque de vergüenza y me pregunto que qué estoy haciendo yo allí sola.

Me presentan a una chica muy amable que se encargará de mí todo el recorrido.

Apenas habla inglés pero me mira como tratando de tranquilizarme.

Me agarro a su brazo e intento no matarme con esos zuecos de la muerte que me han proporcionado.

Nos introducimos en un lugar que parece de peli: una gran habitación en penumbra con un montón de vaho y unas 15 mujeres desnudas pululando por ahí…

Me quedo totalmente boquiabierta ante semejante espectáculo. Resulta de lo más erótico.

La chica me sienta en una esquinita sobre un banco de mármol y avisa de que espere mi turno.

Yo, mientras tanto, no parpadeo ante semejante situación.

La sala principal del hamman es alucinante.

Tiene una enorme cúpula con pequeños agujeros que dejan pasar la luz. Este monumento del s. XVIII está relativamente bien conservado aunque se nota que jamás ha sido restaurado.

Zuecos tradicionales
Zuecos tradicionales

Observo hipnotizada a las demás guiris (y es que no hay ninguna turca excepto las masajistas que llevan un bañador negro) que van agarradas del brazo de sus cuidadoras y van siguiendo sus órdenes.

Las van llevando de una en una, de una sala a otra, y cuando llega su turno, las tumban sobre el gran hexágono central.

Allí todas se acuestan totalmente desnudas sobre la piedra caliente mientras las que esperamos turno y miramos atónitas.

Al cabo de un momento empiezo a notar el calor.

Me fijo que a mi lado hay un pequeño barreño y un grifo que parece de oro.

Lo lleno de agua e imito a las demás chicas que se van echando el agua por encima para refrescarse.

Llega mi masajista y me lleva a otra sala más pequeña en la que hace muchísimo más más calor.

Me deja allí unos quince minutos.

Empiezo a ponerme nerviosa ya que sé que será mi turno para el masaje y que ahora seré yo la observada (en el fondo de mí se despierta cierto pudor).

Mi cuidadora se muestra aún más atenta e intenta relajarme.

Tras lavar el mármol me acuesto yo también desnuda y entonces empieza a enjabonarme de arriba abajo como si fuese una niña pequeña.

Me lava entera y sin embargo consigue no hacerme sentir incómoda en ningún momento.

El jabón se convierte en un montón de espuma y empieza a estirar, a masajear todas mis articulaciones, tendones e incluso algunos músculos que ni sabía que existían (Hasta descubro que hay un lugar en mi espalda que me produce cosquillas).

Pierdo la noción del tiempo y cuando ya estoy totalmente relajada, me manda sentarme.

Me aclara delicadamente, vuelve a lavarme por entero y a aclarar otra vez.

Finalmente me pide que me levante y que me siente en un pequeño banco delante suyo y entonces delicadamente me lava el pelo masajeando el cuero cabelludo tal y como lo hacen en las peluquerías y creo que ya me voy a quedar dormida…

Me mira entonces toda sonriente (riéndose seguramente al ver la cara de gusto que estoy poniendo) y me indica que ya hemos acabado.

Me agarro de su brazo y me lleva a un pequeño cuarto donde finalmente me envuelve con dos enormes toallones extremadamente gustosos.

La miro extasiada y decido entre risas declararme y es que ¡me siento tan extremadamente bien!

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6 comentarios

    1. Muchas gracias! Me alegro que te gustase. 🙂
      Sí, desde luego nuestras experiencias han sido diferente, jeje.
      Yo soy muy de probar estas cosas y en Japón también me metí en un baño público y la cosa resultó mucho menos emocionante que esta experiencia en Turquía.
      Ya os contaré cómo se lo montan en Irán próximamente… Saludos!

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