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Al igual que lo he hecho con anterioridad con mis otros viajes, me gusta dejar pasar unos días, sentarme y ponerme a analizar todo lo vivido durante las semanas anteriores…
Se puede decir que mi llegada a Lima fue triunfal. Una vez más gracias a Couchsurfing, tuve la gran suerte de conocer a Julio, con el que descubriría la increíble gastronomía peruana. “¡La gastronomía peruana es… como los Ramones!” me soltó en una de nuestras muchas horas de charlas. Desde entonces no he dejado de darle vueltas a la divertida comparación.
Durante estos 15 días (aparte de daros el coñazo con que Perú no era sólo Machu Picchu), confieso que este país me sorprendió aún más de lo que me esperaba… Independientemente de haber tenido unas de las vacaciones más intensas de toda mi vida (nadando con lobos marinos, haciendo surf en el desierto, sobrevolando las líneas de Nazca, visitando ciudades coloniales como Arequipa y Cusco, y quedándome anodada con sus impactantes paisajes y sus ruinas incas), no podía ni de lejos imaginar lo enorme que es y lo rápido que está creciendo su capital, Lima, ni que el punk había nacido en Perú, ni lo desarrollado que está el sector turístico, ni que fuese haber Internet en todas partes a pesar de que tener una lavadora sea un lujo o que haya aún muchos barrios repletos de favelas…

Los colonizadores del Nuevo Mundo no se interesaron ni quisieron entender qué era el Perú, quiénes eran los que allí vivían (y aún nos lo echan en cara y con razón). Nunca fue una unidad, un país con fronteras tal y como lo conocemos ahora, sino un enorme territorio habitados por varias tribus muy diferentes entre sí, con diferentes cultos y tradiciones. Hoy en día, ese crisol de culturas vuelve tímidamente a asomar la cabeza pero el amor a la madre tierra, la Pachamama, ya no está de moda en un mundo que se enfoca cada día más hacia la tecnología, la supuesta Modernidad…
Contrariamente a lo que podía imaginarme, los graves problemas de educación llamaron más mi atención que la pobreza. Al igual que ocurre en muchos otros lugares del mundo, más vale que el pueblo no sepa mucho y, si le sumamos a la impresión que me llevé de los peruanos, una población muy tranquila y servicial, humilde y trabajadora, tienes los ingredientes perfectos para mandar, gobernar a tus anchas (y de paso meterte mucho dinero en los bolsillos). Un muy buen ejemplo de lo que os quiero contar me lo dio una guía indígena, Rosalía, con la que pasé el día en Tiwanaco. Me comentaba que su padre que nunca había salido de su comunidad pero que le había permitido estudiar turismo le preguntaba que qué querían ahora los “gringos” con los que ella trataba…

Tuve momentos de dudas y sentí un profundo malestar durante mi visita a las islas de Uros y Taquile. Esas tribus que intentan mantener su patrimonio se ven abocadas a recrear un “parque de atracciones” para turistas con el fin de poder sobrevivir en el mundo actual. Ya no llega con pescar y cazar, mantener tu cabañita sobre el agua. Los niños de hoy demandan chocolate y necesitan de un portátil e Internet para poder estudiar. El turismo parece haberse convertido como la solución a todos los problemas porque es fácil ganar dinero gracias a él… ¿Pero a qué precio?, me pregunto.
El ceviche, considerado como parte de la identidad nacional, es un sencillo plato que principalmente requiere de excelente material prima (pescado fresco) y buen hacer (en su sazonado que busca el equilibrio perfecto entre la lima, el ají, la cebolla roja y la sal). Como decía Julio, «al igual que los Ramones es sencillo pero contundente». Golpea con fuerza con cada acorde y, sin embargo, no puedes dejarlo porque engancha. Engancha y sorprende porque a pesar de su frescura, por detrás está la acidez y picante. Sin embargo, el peruano no deja de ser cauto, prudente (y no tan incendiario a lo mejor como el mexicano). Acompaña el ceviche de los productos básicos y serenos de la Tierra, la papa y el maíz que, con gran sabiduría, suavizan todo con su dulzura.
El punk tenía su razón de ser y pervive hoy en día en la cultura peruana pero quizás le falte el punch suficiente. La historia ya se ha repitido demasiadas veces. Falta que el pueblo, el país se lo crea, sobresalga y golpee con fuerza. Perú tiene las armas (en sentido metafórico), posee un enorme potencial del que sentirse orgulloso. Sólo tiene que descubrir por qué pelear para no perder su verdadera identidad…
Actualizado el 26/05/2018