Mi viaje y recomendaciones para viajar a Kioto
Estas son mis aventuras por Kioto durante 3 días y los lugares que más me han gustado en esta parte de Japón más tradicional, la antítesis de Tokio.
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Qué ver en Kioto
Kioto conserva todo el lado más tradicional de Japón, es la antítesis total de Tokio en ese sentido: templos, geishas y naturales han sido algunas de las cosas que más me han llamado la atención de esta ciudad.
El Santuario Fushini-Inari
Tuvimos mucha suerte. El día que visitamos el santuario hacía un día espléndido con un cielo azul que hacía destacar aún más esos millones de toriis que veríamos.
Realmente es un lugar abrumador y no dudéis en visitar el santuario de Fushini-Inari con tiempo porque es enorme.
Nosotros en dos horas apenas conseguimos ver la mitad y alcanzar el primer nivel del parque con unas vistas increíbles sobre todo Kioto.
El Templo del Pabellón Dorado
Otro monumento espectacular que te deja sin aliento por su belleza.
El paisaje y la serenidad del Templo del Pabellón Dorado te deja totalmente sin habla nada más verlo. Los jardines a su alrededor son también preciosos (Nota: no se puede visitar el interior).
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El templo Sanjūsangen-dō
En Kioto hay millones de templos que visitar.
Gracias a las indicaciones de mi amigo Miguel que los ha visitado casi todos, ya sabíamos cuáles podrían merecer la pena y cuáles no (sin llegar a la sobredosis de templos).
Sanjusange-do era uno de los imprescindibles.
¡Desde luego que lo es! La sorpresa que uno de encuentra en el interior de este templo es simplemente brutal.
¡Mil estatuas de bronce del dios Kannon nada más y nada menos!
El bosque de bambú y los templos Arashiyama
A las afueras de Kioto se encuentra la barriada de Arashiyama: un pequeño ápice del Japón más tradicional y rural.
Por allí os encontraréis a bastante personas vestidas con kimonos, un montón de templos, de jinrikishas (rickshaws japoneses) y el bosque de bambúes que tan famoso se hizo gracias a «Memorias de una geisha».
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El Castillo de Nijo
Unos 275 000 m2 de superficie total entre sus diferentes edificios y sus jardines hacen del Castillo de Nijo un lugar nada desdeñable a visitar.
Pertenece a la era Edo durante la cual Kioto era capital de Japón y éste era el castillo donde residía la familia imperial por lo que, como os podéis imaginar, las estancias posee exquisitas decoraciones y pinturas sublimes (escuela Kano).
El Barrio Pontocho
He de confesar. ¡En 15 días por Japón, no tuve suerte de cruzarme con ninguna geisha, por lo que me veré obligada a volver! ¡No fue por no intentarlo!
Nos recorrimos todo el impoluto (e insípido) barrio de Gion dónde se encuentran las casas de tés ¡¡¡pero nada!!!
Seguimos por el más típico y agradable barrio de Pontocho, todo lo largo del río Yodo, y tampoco hubo suerte pero este segundo paseo al menos mereció la pena.
El Complejo Kiyomizu-dera
Otro de los motivos por los que me siento obligada a volver a Japón.
Mi amigo Adri y yo nos recorrimos todo el Complejo de Kiyomizu-dera y disfrutamos muchísimo del ambiente de las calles comerciales y peatonales de su alrededor pero no entramos a su templo principal y más representativo: Hon-do (sobredosis templaria). Aún así lo recomiendo. 🙂
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El área comercial de Karawamachi
Miles y miles de tiendas dentro y fuera del centro comercial de Karawamachi: ¡Encontraréis de todo! ¡Es perfecto para comprar todos los souvenirs que queráis!
Allí encontraríamos tiendas de segunda mano dónde comprar kimonos a muy buen precio. 😉
El Museo internacional del manga
Los cómics forman parte de la cultura nipona (ojo, manga en japonés se refiere a todo tipo de cómic), y a pesar de no ser aficionada a estos temas, realmente este museo me pareció muy instructivo (incluso hay un pequeño taller dónde podéis ver en directo cómo se dibuja, se hace el entintado y el coloreado ).
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Excursiones a las afueras de Kioto
Excursión de un día a Nara
Si os sobra un día entero, tras visitar Kioto, no dudéis en hacer al Santuario de Nara.
Primero porque es genial verse rodeado todo el día de preciosos cervatillos (¡aunque ojito con ellos que a veces tienen muy mala leche!) sino que, además, todo el Santuario y sobre todo el templo de Todai-ji con su enorme Daibutsu-den merecen muchísimo la pena.
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Excursión de un día a Hiroshima y Miyajima
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Dónde dormir en Kioto
Mi viaje a Kioto: Diarios de viaje
Nuestra llegada a Kioto no empezó con muy bien pie. Era ya de noche y sólo teníamos las fotos-indicaciones de Shoji, nuestro siguiente Couchsurfer, para llegar hasta su casa (a las afueras) ya que él no estaría allí.
Tras perdernos bastante, cuando al fin encontramos a la casa… ¡No dábamos crédito! Shoji, un jubilado cedía todo domicilio a la causa Couchsurfing ya que vivía en casa de unos familiares. ¡Jamás nos hubiésemos esperado tantísima generosidad! Nos encontrábamos en una casa de estilo tradicional japonés con un pequeño jardín zen en la entrada, un alto escalón para acceder al ella (dónde todo el mundo dejaba su calzado), cocina y salón en la primera planta con puertas correderas de papel (como en las pelis y dibujos japoneses, vamos) y, en la primera planta, tras subir unas empinadas escaleras de madera, dos habitaciones «tatamis» más. Sin embargo, lo más sobrecogedor de la casa era que todas sus paredes estaban recubiertas de mensajes de agradecimientos de miles y miles de Couchsurfers del todo el mundo. ¡Simplemente alucinante!
Decidimos acomodarnos en el salón (por no tener que subir las escaleras con las maletas) sin saber si alguien más aparecería por esta casa “Gran Hermano”… Al rato aparecería un chico irlandés (showman-actor-drag queen), que actuaba por todo el mundo y estaba aprovechando para viajar por todo Japón. Al rato también aparecerían unas chicas que dormirían en el cuarto de arriba. Un ambiente hostel gratuito. 🙂
Día 1
Al día siguiente, empezaríamos explorando las afueras de la ciudad, el distrito de Arashiyama. Tras leernos la valiosa guía prestada por mi amigo Miguel (su selección y comentarios sobre los templos nos ahorraría unos cuantos yenes) estuvimos sobre todo paseando por la zona y observando aquellos maravillosos paisajes otoñales y los japonesitos cachas que pasean a los guiris en rickshaw.
Si nuestros tres primeros días en Tokio habían sido muy locos, ahora parecía que estábamos en otro Japón: aquel lugar estaba lleno de paz y era de lo más bucólico. Además, mucha gente iba allí vestida con preciosos kimonos. Tras recorrer el famoso paseo de bambús, decidimos dejarnos llevar por esa naturaleza embriagadora (hasta el punto de acabar en la huerta de unos señores XD). Daba la sensación de estar en un mundo mágico, en una peli de dibujos animados de Ghibli. Recorrimos toda la calle Saga-Toriimoto – con casitas tradicionales de madera pertenecientes a la época Meji (1868-1912) – y, dejándonos guiar otra vez por mi insensato instinto de viajera nos pusimos a buscar un templo del que me había dado un tríptico y me había llamado la atención: Otagi Nenbutsuji. A pesar de ser un templo reciente, las miles de estatuas-duendecillas nos dejaron alucinados. 🙂
A la mañana siguiente el tiempo no acompañó. Empezamos el día visitando el Palacio Imperial de Kioto y, después de pegarnos un buen homenaje en una cadena de comida rápida japonesa (tempuras variadas, noodles al gusto), decidimos pasar aquella lluviosa tarde en el Museo Internacional del Cómic (Ojo que en japonés la palabra Manga se refiere a todo tipo de viñetas). El museo me pareció muy interesante: para los japoneses, los cómicos son realmente algo importante en su cultura, todo un arte. Aparte de la exposición de las diferentes fases en la elaboración de un cómic y una breve historia del mismo también había talleres para niños e incluso dibujantes trabajando en directo.
Al salir, mi instinto viajero volvió a dar la voz de alarma (Adri ya estaba feliz después de tantos aciertos). Esta vez vi una pandilla de chavales con trajes peculiares así que me pareció buena idea seguirlos, jajaja. Lo cierto es que acabamos en un centro comercial en una competición de Yosakoi (¡Gracias @Flapy!) con varias escuelas que bailaban y cantaban. Aquello nos dejó totalmente hipnotizados. Los uniformes era a cuál más bonito y original. Aunque no entendíamos nada, la energía y alegría que nos transmitían nos hizo perder la noción del tiempo…
Aquella noche, tras volver a perdernos (próximamente en Tomas Falsas V), volveríamos exhaustos a nuestro campamento base. Esta vez en la casa nos encontraríamos con una chica francesa y otra de Barcelona, ambas dando la vuelta al mundo. Tras cenar y charlar un buen rato con ellas, nos íbamos a la cama. Kioto tendría mucho más que ofrecernos… 🙂
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Día 2
Los dos días siguientes en Kioto pasaron volando. Me cuesta muchísimo recordar todo lo que llegamos a hacer pero lo cierto es que, tal y como me esperaba, la ciudad me enamoró.
Nuestro apartamento Airbnb estaba pegando al Pabellón Dorado (Kinkaku-ji en japonés). La visita a este lugar, por su extrema belleza, no defrauda. Te deja totalmente hipnotizado nada más entrar y personalmente me puso los pelos de punta. Sin embargo, tan pronto pasado el efecto sorpresa me llamó la atención que en el parque que lo rodea ya no hubiese nada más para visitar y que tampoco se podía acceder al interior de este pequeño templo.
A continuación nos iríamos a visitar el Nijo Castle del que destacan las exquisitas y elegantes pinturas de la escuela Kano e impresionantes jardines. Ya sólo nos quedaría un día más en la ciudad así que por la tarde aprovechábamos para irnos de compras y hacer nuestro aprovisionamiento de kimonos (grandes consejos los de Laura en Japonismo.com. ¡Viva las tiendas de segunda mano!).
Al caer la tarde decidimos recorrer el famoso barrio de Gion pero por desgracia ni una sola maiko ni geisha durante este viaje. 🙁 Este tan famoso barrio me decepcionó un poco ya que lo vi demasiado «nuevo» y reformado. En cambio a unos pasos de allí, el barrio de Pontocho con sus casitas de madera y callejones oscuros me parecieron mucho más auténtico.
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Día 3
Nuestro último día, nos llevaríamos unas cuántas sorpresas más. Habíamos dejado dos visitas para el final sin demasiadas pretensiones. La primera sería el santuario de Fushini Inari-Taisha. Teníamos ganas de ver esos cientos de toriis alineados, una imagen tan famosa de Japón como los bosques de bambús de Arashiyama o el tori de Miyajima. Sin embargo, nos encontramos anonadados con todo este parque y es que ¡¡¡son 3 millones de toriis los que hay!!!. Al principio no dejas de sacar fotos y todo te parece muy bonito pero llegado un momento ya no los soporta más, jajaja. Además lo que no te cuentan es que una vez que entras, ¡todo es cuesta arriba! Tras casi dos horas de caminata llegamos al primer mirador del parque donde decidimos darnos un respiro y disfrutar de las vistas de Kioto.
Por desgracia, tuvimos que dejar ahí nuestra azaña ya que nos faltaría otro tanto para llegar a la cumbre y aún nos quedaba una parada más.
Según la Lonely Planet – comentada por mi amigo Miguel – uno de los templos imprescindibles de visitar era el Templo Sanjusangaen do y ¡menos mal que le hicimos caso! Este templo alberga nada más y nada menos que 1000 estatuas dioses Kannon. Una grata sorpresa desde luego ya que no sabíamos con lo que íbamos a encontrarnos allí. Al salir cogimos un omikuji y allí lo dejamos atado como hacía la gente de nuestro alrededor.
Nos despedíamos de Kioto con muy buen sabor de boca y volveríamos finalmente a pasar unos últimos días a Tokio…
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