Excursión de un día a Hiroshima y Miyajima

Ahí va el resumen de nuestra excursión a Hiroshima y Miyajima desde Kioto y un resumen de los lugares que ver.

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Sitios que ver en Japón
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12 consejos para viajar solo a Japón
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Qué ver en Miyajima



El Santuario Itsukushima y su Gran Torii

Nada más llegar a esta pequeña isla que se encuentra frente a Hiroshima podremos sacar una de las instantáneas más típicas de Japón, el Torii en el agua.

Se trata de unas de las edificaciones del santuario Itsukushima. Las demás edificaciones (el santuario y el edificio de las ofrendas) también están construidos sobre el agua.

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Qué ver en Hiroshima



El Monumento de la Paz de Hiroshima

La Cúpula Genbaku, o también la Cúpula de la Bomba Atómica, es una de las pocas estructuras que se mantuvo en pie tras el ataque.

De esta forma fue que se le declaró monumento como símbolo de la paz y contra las armas nucleares.

El Parque Conmemorativo de la Paz

Junto a estas ruinas que se han mantenido en pie para el recuerdo se ha construido un parque en el que podemos ver varias esculturas.

La más destacada es la Estatua de los Niños de la Bomba Atómica con numerosas grullas de papel depositadas a su alrededor.

El Museo Memorial de la Paz

Este museo que es sumamente emotivo narra los acontecimientos históricos acontecidos y el impacto que tuvo posteriormente en la ciudad y la población. Nos resultó muy interesante.

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Excursión de un día a Hiroshima y Mijayima: Diarios de viaje



Al día siguiente, resacosos y adormilados, decidimos volver a coger el Shinkasen pero esta vez en dirección a Hiroshima, otra de las ciudades que había incluido en nuestro itinerario.

Había leído que la isla de Mijayima (que se encuentra a apenas 50 km en ferry) y la ciudad de Hiroshima se visitaban perfectamente en un mismo día así que a la noche volveríamos a nuestro apartamentito en Kioto.

Hacía buen día así que pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas a la bahía y a la isla durante el corto trayecto (aunque me sé de uno que no es muy de barcos y pasó un mal trago en el ferry, jejeje).

Nada más aterrizar en Miyajima nos volvimos a encontrar con nuestros amigos los ciervos así que estábamos encantados.

Paseamos todo lo largo de la playa. Había bastante ambiente; la gran mayoría de los turistas allí eran japoneses.

A unos poco metros veíamos ya el famoso Torii (pórtico naranja) que descansa, en este caso, sobre el fondo marino.

Así que, como buenos guiris, tomamos unas cuantas instantáneas mientras poco a poco iba bajando la marea y seguíamos caminando por la arena.

A continuación visitamos los diferentes edificios construidos a pie de mar que forman el Santuario de Itsukushima.

Cabía la posibilidad de seguir paseando por la isla e incluso subir a su teleférico, sin embargo, decidimos volver a Hiroshima para lo que nos quedaba de día.

Eso sí, antes de seguir, había que retomar fuerzas y nos fuimos a probar los famosos okonomiyaki (un híbrido entre una tortilla de pasta y verduras y una pizza). ¡Ñam!

Había leído que la visita al Museo Memorial de la Paz de Hiroshima era un imprescindible y la verdad es que nos dejó muy impactados.

A pesar de conocer la historia de esta ciudad que fue el escenario de la primera bomba atómica de la historia en 1945, el museo te hace revivir aquellos momentos críticos y también relata las secuelas que dejó en toda ciudad.

La exposición es conmovedora.

Al salir, aún impactados por todo aquello, paseamos silenciosos por el Parque Conmemorativo de la Paz (detrás del museo) en el que se pueden un montón de estatuas y mensajes a favor de la paz.

Toda la ciudad de Hiroshima quedó totalmente arrasada por la bomba y sólo quedó en pie la Cúpula Genbaku, antiguo edificio comercial de la prefectura de Hiroshima, que aún sigue en pie y se ha convertido en el símbolo de la ciudad.

A la noche, debajo de nuestro apartamento en Kioto había unos baños públicos así que nos decidimos a probar de qué iba la historia.

Así que, durante aproximadamente una hora, Adri y yo nos separamos para ir a nuestros respectivos vestuarios.

Los baños japoneses son simplemente un lugar donde asearse.

Nada más entrar, uno se encuentra con un cuarto con un montón de grifos y taburetes a los laterales dónde se le ruega al usuario que se lave bien (y muy en profundidad, por lo que pude observar) para luego poder disfrutar de chorros y/o bañeras de agua muy caliente dónde simplemente relajarse (ojo con las temperaturas y posibles bajones de tensión que el agua está realmente muy muy muy caliente). La experiencia no dejó de ser curiosa (aunque me sentí extremadamente observada por ser la única blanquita de por allí).

Al poco de llegar a nuestra habitación ya estaba nuestro amigo-propietario Shin esperándonos en casa para compartir unas cervezas y para preguntarnos por nuestras aventuras por Miyajima e Hiroshima.

Cómo os podéis imaginar, aquella noche tampoco descansamos demasiado, jejeje.

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