Mi viaje y recomendaciones para viajar solo a Kermanshah

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Un día, de repente, estás leyendo uno de tus blogs preferidos y ves cosas increíbles sobre Irán.

Unos días más tarde, encuentras una oferta a ese lugar al que jamás se te hubiese ocurrido ir antes.

Sin comerlo ni beberlo, te ves preguntando a la gente que ha ido cómo es ese país del Eje del Mal, si es tan peligroso como cuentan, si es apto para mujeres que viajan solas

Así empezó toda esta historia.

Y aunque por un lado tenía a un montón de gente animándome para descubrir Persia (además de mis apuntes sobre antiguas religiones que me hablaban de la cuna del zoroastrismo), por otro, tenía a un montón de amigos preocupados con mis supuestas locuras.

Kermanshah Iran
Lo que sale en Internet cuando buscas Kermanshah

Qué ver en Kermanshah



Taq-i-Bostan

Estos relieves del s. III d.C. son lo más famoso de la ciudad de Kermanshah.

Se encuentra a las afueras (5 km) en los montes Zagros.

Lo cierto es que me impresionaron.

Fue lo poco que tuve el tiempo de visitar en esta ciudad.

Tekyeh Moaven y Shafei Mosque

Estas dos mezquitas, aunque reciente (construidas en 1975 y 1945), parecen muy bonitas.

Cueva de Do-Ashkaft

Junto a Taq-E-Bostan se encuentra esta cueva neolítica con vistas al parque nacional de Kuhestan.

Hotel Kermanshah Iran
Mi palacio en Kermanshah

Mi viaje a Kermanshah: Diarios de viaje



Finalmente me lancé. Confieso que hasta que mi avión no aterrizó en Kermanshah, no fui totalmente consciente de lo que este viaje suponía. Cuando anunciaron que acabábamos de llegar a la República Islámica de Irán y empecé a ver a todas las mujeres de aquel avión taparse la cabeza, las imité y empecé a ponerme más nerviosa.

Todos los detalles de mi llegada habían sido planeados, no quería complicaciones. Mi única preocupación era conseguir riales iranís y es que ni en España, ni en Estambul habían querido cambiarme dinero. El hotel ya lo tenía reservado y estaban avisados de que llegaría tarde. Me habían explicado que, al igual que en cualquier otro país, habría una parada de taxis al salir del aeropuerto.

Lo que no estaba contemplado es que el aeropuerto de Kermanshah fuese un pequeño aeropuerto de provincias, un aeropuerto local. Sólo un policía en una caseta de madera supervisando los pasaportes a las cuatro de la mañana, ningún turista, ninguna tienda en aquella nave…

Tras recoger mi maleta, vi como todo el mundo salía de aquel lugar desangelado. Seguí a la multitud en busca de un taxi, con unas ganas locas de irme a mi hotel.

¡Ningún taxi a la vista! Me estaba poniendo cada vez más nerviosa así que decidí acercarme a un policía a ver si podía ayudarme. Hablaba poco inglés pero enseguida se acercó una familia al rescate, jeje. Todos parecíamos sorprendidos. Yo, porque no había ningún taxi y ellos porque no entendían que hacía yo allí.

–          ¿De dónde has salido tú? – me vino a preguntar el padre de familia.

–          Yo vengo de Santiago, de España – le contesté amablemente

–           ¿Pero qué haces aquí?

–          ¡Vine a visitar Irán! Les contesté mientras me miraban ojipláticos. Me han dicho que este lugar es precioso (No daban crédito que una extranjera estuviese interesada en su país).

Finalmente me explicaron que nuestra llegada había coincidió con el final de las celebraciones del Fin de Año Persa y que por eso motivo no había taxis. A pesar de que era tarde, que estaba agotada, la gente empezó a rodearme y hablar conmigo. Me sentía protegida por todos ellos porque resultaban todos muy amables y, a pesar de lo surrealista de la situación, todo resulta tan familiar que me fui tranquilizando.

Adornos de fin de año persa
Adornos de fin de año persa

Apareció un coche muy antiguo y bastante destartalado y todos rodearon al conductor. El padre de familia muy amable me dijo que aquel coche tenía licencia de pasajeros y que yo me saltaba la cola, que me llevaría al hotel. No entendía nada pero al ver que el policía estaba amenazando al pobre conductor y pidiéndole todos sus datos, me fié, jejeje. El padre de familia se empeñó en darme su número de móvil por si tenía cualquier problema y me explicó que el policía estaba cantándole las cuarentas al chico para que me tratase bien y me llevase al lugar indicado. Les pregunté si era posible pagarle en euros al conductor por su servicio a lo que el padre de familia respondió que no, que él me pagaría el taxi. Me habían hablado de la hospitalidad iraní pero todo aquello me tenía aturdida.

El trayecto hasta el hotel fue breve pero con una «llegada tan triunfal» ya ni tenía sueño. Recién aterrizada en Irán, en un coche ruinoso, con música rollo Camela en iraní a tope, circulando por unas buenas carreteras y una ciudad que parecía de lo más normal a las cinco de la mañana. Cuando llegamos al hotel, el chófer me pidió que esperase en el coche para comprobar mi reserva. Cuando me hicieron entrar no daba crédito. Mi “habitación” para aquella primera noche iba a ser un apartamento de dos habitaciones enormes con salón, cocina y cuarto de baño. El lugar era modesto pero lo que más me importaba era que estaba limpio y que al fin podría descansar.

Me despedí del chico que había cumplido con las órdenes del policía y de repente me dio su tarjeta con un número haciendo el gesto de que le llamase “Tomorrow”. Yo en aquel momento sonreí y pensé… “Tranquilo, chaval, dame un respiro que mañana será otro día…”

Aquella noche apenas dormiría 4-5 horas. ¡Siempre me pasa igual! Cuando llego a un nuevo destino tengo tantas ganas de visitarlo que, nada más llegar, quiero verlo todo, jajaja.

Tras mi llegada triunfal, estaba impaciente por ver cómo era Irán. En la recepción de mi hotel, decorada  con muñequitos extraños y un aire navideño por el Fin de Año Persa, nadie hablaba inglés. Eché un vistazo a la calle y contrariamente a lo que me esperaba, toda aquella gente y aquella ciudad seguía pareciendo de lo más normal.

Intenté comunicarme mediante gestos con los chicos de la recepción para explicarles que necesitaba cambiar dinero pero nadie me entendía así que me acordé del taxista del día anterior. Hasta el momento con su “Tomorrow” ya había superado con creces el nivel de inglés del resto.

Al cabo de 15 minutos aparece un chico vestido de forma impecable y engominado que hasta me costó reconocerle. Se presentó como Milad y viendo lo mucho que se había arreglado para mí, de repente no pude menos que acordarme de la película Bienvenido Mister Marshall porque el tipo vino a recogerme como si fuese alguien importante y le hubiese tocado la lotería, jajaja. En un principio, intenté marcar cierta distancia. El día anterior había cumplido con el policía y pero realmente no sabía si podía fiarme de él…

Cambiar dinero. En Irán, como en cualquier otro país, hay cajeros pero el sistema es diferente al resto del planeta por lo que nuestras tarjetas no funcionan allí. Empezamos a dar vueltas y más vueltas por aquella ciudad que, por momentos, me recordaba una mezcla entre el Cairo y la India por su tráfico caótico pero, tras ver al pobre chico preguntando a varias personas, empecé a entender la situación: ¡Era festivo y no había dónde cambiar dinero! Llegó el momento de decidir si me fiaba de Milad. Tras casi dos horas dando vueltas, parábamos en la esquina de una calle y tras rezar por mis 100 euros, casi me da algo al ver que era literalmente millonaria: ¡Cuatro millones de riales! El fajo de billetes ya os lo podéis imaginar… ¡Y menos mal que decidí cambiar poco dinero!

Conseguir una tarjeta de teléfono. Había leído que las llamadas desde Irán eran muy económicas. Fue muy fácil comprar una SIM pero empecé a notar la expectación de toda aquella gente con la que me cruzaba y no entendían que hacía una guiri por allí. Aún así, al igual que el día anterior, la gente se mostraba extremadamente amable y no me molestaban en absoluto ya que podía notar que realmente tenían curiosidad por saber qué hacía allí. 🙂

Descanso

Keep calm, pensé para mis adentros. Iba a pasar el día en Kermanshah y ¡Aún no había visto nada de la ciudad! ¡Con tantos recados ya eran las 14 de la tarde!

El mayor atractivo de Kermanshah eran las cuevas esculpidas en la montaña, Taq-e-Bostan, así que allá nos fuimos. En un primer momento lo que más me impacto es que nos encontrábamos en una valle extremadamente verde. De aquellas rocas que rodeaban la ciudad nacían fuentes de agua natural cristalina.

–          ¿En serio esto es Irán? ¿Dónde está el desierto? ¡La gente no me va a creer cuando les cuente que esto es Irán! – Le dije a Milad en “inglés swahili.”

Mientras alucinaba con aquellos misteriosos grabados en la montaña, él alucinaba con que yo no dejase de sacarle fotos a todo aquello que a él le parecía tan normal. Nos acercamos a un kiosco para que él comprase tabaco y allí le insistió a su amigo kiosquero para dejarme probar todos los encurtidos que allí tenían (que sabían a colonia). ¡Todo un detalle por su parte!¡Ni habíamos desayunado ni comido aún! Cuando me apareció al rato con un helado, ya os podéis imaginar mi cara.

Tras todos esos detalles, cuando me preguntó si podía presentarme a sus padres, al no ver ninguna maldad en aquel chico, accedí. Veinticuatro horas después de mi llegada, me veía en casa de una familia kurda adorable, que no tenía ni papas de inglés, preocupados por darme de comer y beber hasta reventar,  y que presumía de mí delante de todo el barrio (y es que hasta llamaron a los niños y a los vecinos para que viniese a ver a la española que se había “perdido” por allí, jaja). Al igual que la noche anterior, me fui dejando cautivar por toda aquella gente que ya parecía quererme como de la familia. Eso sí, empecé a preocuparme más cuando la madre me llevó a su dormitorio para enseñarme todo su ajuar y me enseñó las fotos de sus tres hijos dejándome muy claro que el pequeño, Milad, estaba libre.

–          I, travelling – Le decía a aquella buena mujer con mis manos imitando un avión.

Y ella me contestaba formando un gancho con sus dos dedos índices:

–          ¡Tú y Milad!

Tras momentos de complicidad y risas, creí conveniente despedirme de aquella familia antes de que me casasen con su hijo, jajaja. Además debíamos volver a la ciudad para encontrar un vuelo,  bus o tren que me llevase al día siguiente a Teherán donde mi Couchsurfer Samira estaría esperándome.

Conseguir llegar a Teherán. Irán es un país enorme. Tienen buenas carreteras pero el trayecto KermanshahTeherán me llevaría 8 horas frente a una hora de vuelo. Hay agencias de viajes en cada esquina. Los vuelos sólo se pueden pagar con tarjetas iraníes o en efectivo. ¿El problema? ¡Era festivo y todos los vuelos, trenes y buses estaban completos!

La noche caía y después de preguntar en varias estaciones cómo llegar a Teherán, el coche destartalado tenía cada vez más problemas para arrancar. Apareció entonces en escena Sharam, el mejor amigo de Milad, que me explicó que efectivamente no había forma de llegar a Teherán. Les dije a los chicos que entonces contrataría los servicios de un conductor y cuál no fue mi sorpresa cuando ellos mismos se ofrecieron…

Pero, ¿cómo íbamos a ir en el coche de Milad? Si yo era terca con lo de ir a Teherán, él más con lo de llevarme. Sólo se hizo de noche y yo estaba allí, en un taller, con tres mozos untados de aceite hasta las orejas, desmontando el motor pieza a pieza y limpiando, engrasando y ajustando todo hasta que nuestra carroza arrancó.

Antes de marchar, Milad se fue a despedir de su familia y tras 20 000 besos y abrazos – como si nos fuésemos a la guerra – su madre nos dio almohadas, mantas para que pudiese dormir en la parte de atrás del coche además de litros de té y comida para el viaje. Las ocho horas de «viaje gitano» hasta Teherán fueron de película. Un montón de risas y de dormir más bien poco. Milad y Sharam, constantemente preocupados por mí, me traían de comer y beber en cada gasolinera, se preocupaban por taparme para que no cogiese frío, bailaban para mí para animarme, jajaja. ¡Sharam hasta había traído un diccionario Inglés-Persa para que pudiésemos comunicarnos mejor!  A pesar de la barrera lingüística y de los cuantos sustos que nos dio el motor durante el viaje, se me enlagunaron los ojos cuando llegó el momento de despedirme de ellos. Y es que estos dos chicos habían hecho mucho más por mí de lo que jamás podía haberme imaginado¡La palabra hospitalidad se queda corta con los iraníes!

Familia iraní Kermanshah Iran
La encantadora familia de Milad
Casa en Irán
El padre de Milad alucinando con la turista

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