Mi viaje y recomendaciones para viajar a Kashan

Sandra Candal

¡Mi viaje por Irán estaba a punto de acabar!

Tras dos días maravillosos en Isfahán me encontraba  al sur del país y ahora ya sólo me quedaban 48 horas para regresar al norte, a Kermanshah, para volver a casa.

Qué ver en Kashan: Mis Imprescindibles



Esta ciudad de unos 280 000 habitantes se fundó por ser un oasis que bordeaba los desiertos centrales de Irán.

Al igual que Yazd, Kashan posee una amplia red de canales que permiten la ganadería y agricultura.

Borujerdi House, Tabātabāei House y Abbāsi House 

Kashan es famosa por sus casas históricas construidas entre el s. XVIII y XIX.

Posee una gran elegancia, decoraciones delicadas, y preciosos jardines.

El Jardín de Fin

Este jardín persa histórico es Patrimonio de la Humanidad.

Se cree que se diseñó antes del s. XVI.

Posee 2,5 hectáreas.

Destaca en él el ingenioso empleo del agua.

Se encuentra a 7 quilómetros del centro de Kashan por lo que es necesario tomar un taxi para llegar hasta allí.

Agha Bozorg mosque

La mezquita histórica de Agha Bozorg data de finales del s. XVIII.

Desgraciadamente no tuvo oportunidad de visitar.

Los Baños del Sultan Amir

Son unos baños públicos del s. XVI que también estaban cerrados el día de mi visita a la ciudad.

Quedan para la siguiente vez ya que parecen realmente preciosos.

El Bazar de Kashan (El antiguo caravansar Aminoddole)

Al visitar Kashan en viernes (nuestro domingo), me encontré también con el bazar cerrado.

Es también otro de los lugares más emblemáticos de la ciudad ya que en su interior conserva un antiguo caravansar, lugar de reposo de todos los viajeros que pararía por este antiguo oasis.

Mi viaje a Kashan: Diarios de viaje



Para mi último día, decidí hacer una parada en Kashan. Fue muy fácil llegar hasta allí desde Isfahán en autobús. Nada más llegar quise confirmar mi bus para desplazarme a la noche de Kashan a Kermanshah pero… ¡No había buses directos! Por un momento pensé que no podría visitar aquella pequeña ciudad, última parada de mi recorrido, pero tras discutir un buen rato con los señores de la estación de bus que querían hacerme volver a Teherán, les pregunté si algún taxista podría llevarme a mi destino ya que sólo me encontraba a 5 horas y media de allí.

Al final me presentaron a la señora taxista del pueblo y cómo supondréis, me encantó poder pasar mi último día con una mujer trabajadora cuando se supone que en Irán, se nos trata muy mal… Una vez resuelto todo esto, le pedí a Yamila que me enseñase Kashan. Por desgracia su bonito bazar estaba cerrado así que empezamos visitando Khan-e Tabatabei, la casa histórica más bonita en su opinión. Allí estuve recorriendo ese precioso edificio construido en 1880 que posee una elegancia increíble.

Tras una breve parada para tomarme un riquísimo kebab, nos dirijíamos al Jardín de Fin, (recomendación de Mernoosh). De nuevo me volvía a maravillar con la arquitectura del lugar y los bellos jardines que daban la sensación de estar en el mismo paraíso.

El tiempo pasó volando y tocaba ponernos en la carretera. El marido de Yamila vendría también con nosotros para que ella pudiese descansar durante el viaje de regreso. Arrancamos temprano para evitar cualquier contratiempo que pudiese hacer que perdiese mi avión y con la esperanza de tener suficiente tiempo para despedirme de Milad.

El viaje con ellos fue realmente divertido. El matrimonio me trató como si fuera su hija y estuvieron en todo momento preocupada por darme de comer y de beber (el marido había traído comida para el camino). Les iba relatando mis aventuras por su increíble país, les puse toda la música que tenía en el ipod (que les parecía fascinante porque muchos de los temas aún no había llegado a Irán) y definitivamente les admitía que lo que más me había gustado había sido ver lo amable que había sido su gente conmigo.

Los paisajes montañosos y verdosos que íbamos atravesando de camino a Kermanshah y una increíble puesta de sol que dejó el cielo rosa y naranja jamás se borrarán de mi memoria, al igual que aquellas familias sonrientes y tan acogedoras descansando en el césped de las áreas de servicio por las que íbamos parando.

El recorrido transcurrió sin ningún imprevisto. Decidí quedar con Milad y despedirme de su adorable familia. Esta vez, cuando llegué a su casa, ¡Estaba la familia completa! Se ve que había estado hablando de mí (y de hecho, luego descubrí que había estado llamando a mis Couchsurfers para saber si estaba bien, jajaja). Volví entonces a acabar mi viaje tal y como lo había iniciado pero, esta vez, mucho menos abrumada por la sencillez, generosidad y simpatía (que tanto me había sorprendido al principio de mi viaje) porque, ahora, ya sabía qué grande es el corazón de los iraníes.

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