Mi viaje y recomendaciones para viajar solo a Viñales

Tras unos primeros días durante los que, definitivamente, me enamoré de La Habana, decidía hacerle caso de nuevo a Patricia Schultz.

A pesar de lo que no es lo primero que te viene a la mente cuando piensas en Cuba, nuestra periodista recomendaba el pueblo de Viñales.

Tras unas cuantas búsquedas por Internet, me pareció una opción muy interesante…

Mi viaje y recomendaciones para viajar solo a La Habana
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Consejos para viajar solo a Cuba
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Cómo llegar a Viñales



La forma más cómoda y rápida de viajar por Cuba es ir en coches compartidos. 

El sistema consiste en regatear el precio con el taxista, buscas a gente que quiera compartir contigo esos gastos y ¡listo! O sea un «blablacar» al modo tradicional, jejeje.

También se puede ir a Viñales en bus con la compañía Viazul aunque el viaje puede ser más pesado (tarda 4 horas).

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Qué ver y hacer en Viñales



Viñales representa la Cuba más ruralel cultivo del tabaco y posee unos sorprendentes paisajes: los mogotes, unas curiosas elevaciones de piedras caliza.

Es lugar perfecto en el que relajarse.

  • Puedes contratar excursiones al aire libre (senderismo, en bicicleta o a caballo) por el Valle de Viñales y disfrutar de esos paisajes tan particulares. Existen varios miradores. También puedes pasear por su Jardín Botánico.
  • Puedes visitar la Cueva del Indio, unas pequeñas cuevas de 300 metros de extensión en las que podrás darte un paseo en barco. Además de estalactitas y estalagmitas también podrás ver pinturas rupestres de aborígenes que fueron sus primeros pobladores. Se encuentran a 5 kilómetros de Viñales. También se pueden visitar las Cuevas de Santo Tomás por si eres un amante de la espeleología.
  • Puedes entrar en los secaderos de tabaco y comprar puros allí.
  • Disfrutar del ambientazo que hay en los bares del pueblo a la noche (como en casi todo Cuba).
  • Puedes contratar excursiones para visitar Cayo María o Cayo Levisa. Yo hice esta segunda y lo cierto es que son playas muy diferentes a las que me encontraría luego en Trinidad o en Cayo Coco. Son playas más salvajes.

Mi viaje a Viñales: Diarios de viaje



Viajaría en coche compartido hasta Viñales con una familia nórdica y un señor alemán y, por unos CUC más que el bus, estaríamos allí en apenas 2 horitas. Por recomendación de mis “abuelos” cubanos  me alojaría en Casa Geo, una casa sencilla pero limpia llevada por un encantador matrimonio joven con dos niños pequeños. Se encuentra en la calle principal del pueblo pero algo separada del centro (dónde todas las noches hay fiesta).

Viñales efectivamente merece mucho la pena. Es un pueblo encantador, con bonitas casitas de colores, con unos soportales muy característicos, y rodeado de un paisaje inigualable, el valle de Viñales. Una de las visitas de rigor es la Cueva del Indio (a las afueras del pueblo). Esta cueva está «esculpida» dentro de un mogote y se atraviesa en barquita. La entrada al recinto también permite visitar un bonito parque dónde disfrutar de la naturaleza y relajarse además de visitar un secadero de tabaco (y/o comprar tabaco si uno lo desea).

Al día siguiente, tras barajar varias opciones, tendría mi primer día en la playa en la isla. ¡Al fin y al cabo estaba en Cuba! No soy muy «playera» pero me recomendaron visitar las playas de esa zona que serían totalmente diferentes a las del Sur. Al día siguiente, contrataría una excursión de un día a Cayo Levisa. Era un día de viento, el agua estaba fresca (menos mal que ya estoy acostumbrada a las temperaturas del Cantábrico) pero no me importó ni lo más mínimo. Había sido una buena elección porque apenas estábamos unas 50 personas en aquel cayo. Estaba en el paraíso

Tras un día relajado de playa, tras pasar por los bares del centro que estaban de lo más animados, me decidí a pegarme una ducha y cenar en casa de mis anfitriones.

Ya relajada, ajena a cualquier tipo de preocupación, salía a tomar algo y a escuchar a un grupo realmente bueno que había localizado en un bar cerca de la casa. Y saliendo por la puerta… ¡Me metí una real h*** en un peldaño (de unos 25 cm) al salir del porche! Sé que os esperabais algo más de mí pero la torcedura fue así de triste (nada de cubanos por el medio, jajaja)…

El tobillo golpeó con tanta fuerza el suelo asfaltado que estuve casi 15 minutos con la sensación de que no podía respirar. No fui ni capaz de gritar. Cuando por mi fin volví a tener el estómago en su lugar, todas las imágenes que tenía de mi viaje pasaron por mi cabeza. Una menda, que es muy propensa a ser patosa y a los esguinces, sabía que eso implicaría reposo pero… ¡Estaba en medio de mi viaje! ¿Quizás podía ir a un hospital y consultarlo? ¿Y si fuese grave y mi viaje se acababa ahí? Así que con los nervios a flor de piel, decidí levantarme para comprobar la envergadura de los daños. Cuando vi que podía posar el pie y caminar, me tranquilice. Decidí entrar de nuevo en la casa y pedí bolsas y bolsas de hielo. Mientras les contaba a  Néstor y su mujer lo acontecido, el tobillo (¡cómo no!) empezó a inflamarse más y más. Era un esguince, me había convencido a mí misma. Sólo necesitaba anti inflamatorios, hielo, mantenerlo en alto todo lo que pudiese, una venda o tobillera para sujetarlo y no forzar… (y así lo haría durante los cinco días siguientes al accidente).

A la mañana siguiente, tenía apalabrado un nuevo coche compartido y me esperaría unas seis horas de viaje hasta Trinidad, tiempo suficiente para que ese tobillo se repusiera…

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4 comentarios

    1. Hola Martina,
      Pues sí! Sólo tienes que acercarte a una parada de taxis el día anterior y regatear con ellos el precio, jejeje. Normalmente te dan el precio por el coche completo así que lo ideal es buscar luego a gente para compartir. 🙂

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