Reflexiones sobre Cuba
La vuelta al cole ha sido dura. Me ha costado ponerme a pensar todo lo que ha supuesto para mí este último gran viaje: Cuba.
Otro objetivo conseguido y es que siempre había soñado con visitar la misteriosa isla.
Todo empezó con 16 años cuando descubrí, casi por casualidad, a Silvio Rodríguez. Estaba intrigada con lo que cantaba aquel poeta. Una cosa llevó a la otra y a mis 18 años, tras varios libros de historias y unas cuantas biografías, la boina a lo Che Guevara se convertiría en una de mis prendas favoritas.
¡Cosas de la adolescencia! Cuando al fin se presentó la oportunidad de viajar Cuba, tras tantos años, ya no sabía muy bien qué esperar…
En mi Ipod (¡Cómo no!) sonaron desde mi llegada muchos de los grandes «trovadores» de la música cubana pero nunca imaginé que semejante banda sonora provocase una montaña rusa de sensaciones en mí, cuando ante mis ojos se presentaría un país ya de vuelta de la Revolución cubana…
¿Hay mucha pobreza en Cuba? – Me han preguntado ya varias veces.
Hay mucha precariedad pero no, no he visto a gente desnutrida aunque sí deseosa de comer algo más que el arroz y los frijoles que le corresponde gracias a su cartilla de aprovisionamiento.
La educación es gratuita, sí, y con cada una de las personas con la que me paro a hablar – sea del nivel económico que sea – me sorprendo con su nivel de cultura general y las increíbles ansias de aprender.
Quizás sea porque los libros aún no han sido sustituidos por Internet. En la mismísima Habana a la gente le sigue gustando charlar con simples desconocidos y los niños siguen jugando en las calles con sus muñecas, sus canicas y sus bicicletas…
Paso delante de un hospital. La isla presume de sanidad gratuita y de sus grandes (aunque muy mal pagados) profesionales pero me advierten que las apariencias no me engañen. “Si quieres que te atiendan bien, tienes que tener un pequeño “detalle” con el doctor».
Cuba me sorprende también por su paz. Jamás me he sentido tan relajada en un lugar (tanto por ser turista – somos intocables – como por ser mujer).
Veo a niños muy pequeños caminando solos por la calle volviendo del colegio y me parece mentira poder salir de noche y caminar por calles sin iluminación (por falta de recursos) sin tener miedo a que me pase algo.
¿Acaso se puede vivir con tanto sosiego bajo la opresión? – Me pregunto. Muchos critican el gobierno pero nadie parece querer sublevarse aunque no sé si es por miedo, dejadez o por el profundo respeto que aún se mantiene por la Historia. Nadie pronuncia en ningún momento la palabra dictadura.
Vas bien, Fidel – reza Cienfuegos en el edificio del Gobierno en la Plaza de la Revolución. Han pasado ya 56 años. Se ha progresado apenas durante una década.
Todo quedó congelado desde entonces y muchas cosas ya no alcanzan…
No se pasa hambre pero varias personas me piden (eso sí, muy amablemente) si les puedo comprar leche (la escasez ha dado lugar a todo un mercado negro en torno a ciertos productos).
Los cubanos cobran en peso cubano (totalmente devaluado) y compran en CUCs (peso cubano reconvertible) a precio de turista.
Mis taxistas son ingenieros, mis anfitriones en las casas particulares en las que me alojo son economistas, abogados…
El turismo es el único medio de poder llegar a fin de mes.
Con el paso de los días, el pueblo cubano se gana mi corazón demostrándome su valentía y su siempre buen humor. Son realmente unos supervivientes.
Regalando casi todo lo que llevo mi diminuta maleta, veo como se le ilumina el rostro a cada una de las personas a la que le doy algo. Muchos de esos productos ya no se encuentran en la isla desde hace años así que, aunque sepan que su valor real es efímero, es como si les regalase un tesoro.
He preguntado por Silvio. ¿Qué ha sido de él? Ha hecho una gira por los barrios – me contestan. Tras ver tanta pobreza durante sus concierto, no ha vuelto a aparecer en público, ni a pronunciarse. No me extraña. Volviendo a escuchar sus canciones puedo imaginarme La Habana en su época dorada y duele ver en lo que se ha convertido hoy. La realidad actual– que “rapea ahora su hijo – es totalmente diferente.
Según pasan los días, me siento nostálgica, al igual que los propios cubanos, a pesar de ser este un pasado que no he vivido. ¡Qué bonitas eran aquellas metas aún recogidas en el Museo de la Revolución!
Me pregunto cómo Fidel pudo criticar tanto a Batista y acabar haciendo lo mismo… En cuando al Che, un hombre tan idealista y tan dedicado a luchar contra el capitalismo, debe estar retorciéndose en su propia tumba viendo todo el dinero que genera su merchandising…
Noto la esperanza, la preocupación y la desconfianza que los cubanos siguen sintiendo por sus “archienemigos”, los americanos.
Quizás porque son conscientes de que las cosas podrían ir a peor…
Al fin sabremos si realmente la culpa de todo la tiene el bloqueo. Me emociona pensar que he podido ver con mis propios ojos lo que queda de la verdadera Cuba.
Me despido de ella con cariño soñando que conserven aun por mucho tiempo los valores que nosotros ya hemos totalmente perdido con nuestra supuesta modernidad.