Mi viaje y recomendaciones para viajar a Abu Simbel y Asuán

Sandra Candal

Oportunidades que aparecen y no puedes dejar pasar.

Con dos semanas de antelación, encuentro un ofertón para Egipto. Eso sí, apenas dos meses después de la ya famosa revolución. Siempre le había tenido ganas de ir… (como millones de personas cada año). 

“¿Crees que es peligroso?” Le pregunté a Chema, un buen amigo que trabaja en una agencia de viaje. “Nunca el país ha estado tan controlado y vigilado” me contestó.

Me lancé y acerté. Me encontraría con un país tranquilo e ilusionado que me marcaría en muchos sentidos: por el momento histórico que estaba viviendo, por su gente y, cómo no, por su cultura e historia.

Qué ver y hacer en Abu Simbel y Asuán



Abu Simbel

Abu Simbel es probablemente uno de los yacimientos arqueológicos más increíbles que puedes ver.

Estos enormes templos escavados en roca, Patrimonio de la Humanidad, se encuentran junto al lago Nasser y datan del s. XIII a.C.

En los años 70, se trasladaron a una colina por miedo a que pudiesen quedar sumergidos tras la construcción de la presa de Asuán.

Ramsés II fue quién ordenó su construcción.

El Gran Templo destacan por sus enormes estatuas de los dioses Amón, Ra y Ptah sentados en su fachada de 33 metros de altura.

En su interior, nos encontramos con estatuas de Ramsés a modo de pilares.

El Templo Menor posee 6 estatuas de pie que representan a Ramsés y a su esposa preferida Nefertari.

El Templo de Filae

Este templo se encuentra 11 km al sur de Aswan.

Quedó sumergido en el río Nilo tras la construcción de la presa de Asuán pero fue rescatado y trasladado al islote de Agilkia.

Patrimonio de la Humanidad como Abu Simbel, este templo construido en el 535 a.C. está dedicado a la diosa Isis.

El pueblo nubio

La población nubia sólo vive en el valle del Nilo, en el sur de Egipto.

Tienen su propia cultura, costumbres e incluso lengua.

Se cree que esta etnia es una de las más antiguas del planeta y es que adoptar la escritura antes que los jeroglíficos y se ha descubierto que ya tenían sus propios sistemas de agricultura y economía en el 6000 a.C. 

Paseos en faluca por el Nilo

Las falucas son unas pequeñas embarcaciones con vela tradicionales.

Pueden llevar hasta 12 pasajeros y en Asuán son una de las atracciones turísticas más típicas.

Mi viaje a Abu Simbel y Asuán: Diarios de viaje



El viaje fue un tanto pesado: Santiago – Madrid con Ryanair, 6 horas de espera en Barajas, Madrid- El Cairo y finalmente el vuelo El Cairo – Aswan. Llegaría al barco sobre la 00h00.

Lo que no me esperaba es que casi tras 20 horas de viaje, tras una escueta presentación con mi guía (sólo pensaba en meterme en cama), me darían la “buena” noticia de que tendría que levantarme a las 03 para salir para Abu Simbel. Los convoyes escoltados por la policía (debido a atentados que hubo en el pasado) salen a las cuatro. Dormiría en la furgoneta durante las…¡3 horas de trayecto!

Ya estaba en Egipto así que no importaba. Tenía que disfrutar de esos 8 días al máximo. Me subí somnolienta al microbus dónde sólo estábamos un señor mayor madrileño y yo por lo que pudimos acostarnos cómodamente (modo irónico ON). A los pocos minutos, ya impaciente por ver todo lo que me rodeaba, no lograba pegar ojo. Empecé a ver que nos adentrábamos en pleno desierto y al rato, caía rendida del cansancio…

Unas horas más tarde, Hossam, mi guía, nos despertaba. ¡Ya estábamos en Abu Simbel! Apenas eran las 7h pero el calor ya era abrasador… El guía empezó a soltar su explicación. Anonadada, no podía de dejar de mirar las enormes estatuas …  De repente, empecé a notar que ya no oía su voz. ¡Un bajón de tensión en toda regla! Con toda la tranquilidad que me caracteriza, miré para el señor que me acompañaba, miré a Hossam y les solté ante sus caras de sorpresa un “Disculpen pero me estoy mareando. Voy a sentarme a la sombra. Seguid con lo vuestro. Ya os veo después.”, jajajaja.

Menos mal que siempre sigo el gran consejo de Anita (que ya me salvó en la India): agua, abanico y azúcar (caramelos). Decidí tomármelo con muchísimo relax. Mi cuerpo parecía haber dicho basta.

Lo que tenía ante mí era realmente una auténtica pasada. Tras casi 30 minutos observando su exterior, decidí adentrarme en su interior, fresco, con un pequeño grupo de turistas merodeando en silencio, y entonces decidí volver a sentarme y sólo disfrutar del momento, oler y observar todos aquellos primeros millones de jeroglíficos misteriosos que se presentaban ante mí en penumbra.

Tras recuperarme, por fin logré absorber algo de información sobre aquellos espléndidos templos, patrimonio de la Humanidad desde 1979, que tras la construcción de la presa de Aswan y para evitar que quedaran sumergidos en el lago Nasser, fueron trasladados en 1968 a lo alto de una colina artificial.

Nuestro guía nos esperaría en la cafetería, a la salida del recinto. Después de tantas emociones y sensaciones (haber dormido 3 horas y un cambio de temperatura de 8 a 30º en menos de 24 horas), decidí que, aquel día, seguiría de relax. ¡Acababa de llegar! Hossam se encontraba solo tomando café. Me senté a su mesa. Hicimos por fin las presentaciones, empezamos a hablar de todo un poco y enseguida hicimos buenas migas. Muy pronto me sorprendió con la noticia de que viajaría sola con él. Nadie más se había apuntado al viaje (el Señor madrileño acababa su recorrido en Abu Simbel).

Ese día tenía la tarde libre y así que me ofrecieron dos excursiones: visitar el templo de Isis en File o el poblado nubio. Yo sólo pregunté por lo más relajado. ¡Un paseo en faluca, sin lugar a duda! Después de tanto estrés, de repente, todo era paz y tranquilidad. Una experiencia inolvidable… Estas pequeñas embarcaciones  de vela (con un pequeño motor) pasean por el tranquilo río Nilo y permiten adentrarse por los diferentes brazos del mismo mientras te llega la refrescante brisa y te cautiva la naturaleza tan hermosa que te rodea.

Llegamos enseguida al pueblo nubio pero yo seguía con la sensación de estar volando. El agua era cristalina y daban ganas de bañarse pero me dio reparo al estar sola por allí. Paseamos por aquel pequeño pueblo lleno de casas extremadamente coloridas y decoradas. Entramos en una de ellas abierta para recibir a turistas. ¡Nadie!

Visitamos a nuestro aire la casa de la humilde señora (que me recordó un poco las de los pueblos españoles de hace unas décadas) y tras sacarme un par de fotos con el pobre caimán que allí estaba para entretener a los guiris, seguimos de charla como lo habíamos hecho durante la mañana, tomando un riquísimo té…

Sigue leyendo el relato en Lúxor. 

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