Guía y recomendaciones para viajar a Rangún

Sandra Candal

Aquí encontrarás mis aventuras por Rangún/Yangón y mis lugares preferidos de esta gran ciudad de Birmania.

Qué ver en Rangún: Mis Imprescindibles



La Pagoda Shwedagon

Está clarísimo que este enorme complejo religioso iba a encontrarse en los primeros lugares.

Su enorme pagoda de 100 metros de altura te deja simplemente boquiabierto.

Ya simplemente sus cuatro entradas son espectaculares.

Se puede observar la Pagoda Shwedagon desde varios lugares de la ciudad pero, sin lugar a duda, recomiendo ver el atardecer desde el Lago Kandawgyi para ver cómo se perfila su silueta a lo lejos.

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El Lago Kandawgyi y el barco imperial de Karaweik

El Lago Kandawgyi es EL lugar zen por excelencia, ese sitio que necesitas después de recorrer la bulliciosa Rangún.

El tráfico es bastante insoportable pero nada más acercaros a este parque será como cruzar las puertas del paraíso.

Se puede recorrer todo el lago a lo largo de kilómetros de puentes de madera (más o menos estable).

En el fondo del parque veréis la impresionante silueta dorada del barco imperial de Karaweik, convertido hoy en un restaurante-lugar de animación para turistas.

El Buda Reclinado y el mercado chino

El Buda Reclinado de Rangún me pareció una obra monumental de gran belleza.

Esta estatua, construida a principios del s. XX, posee una gran delicadeza. Destacan sus enormes pies con escrituras budistas.

Si ya estáis hartos de tanto buda (en el Pagoda Shwedagon veréis unos cuantos…), como alternativa, os recomiendo el divertido mercado del barrio chino de Rangún.

Lleno de ambiente a cualquier hora del día encontraréis desde frutas y verduras hasta un sinfín de puestos de comida callejera, ropa y tecnología (algunas veces todo en el mismo puesto, jejeje).

Eso sí, aunque la comida estaba riquísima, ojo con las medidas de higiene mínimas para no evitar poneros enfermos.

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El Rangún colonial y el museo nacional de Rangún

La ciudad colonial de Rangún empieza junto a la Pagoda Sule, otra de las pagodas más importantes de la ciudad.

Para bien o para mal, según como se mire, edificios como la Corte de Justicia, Monumento a la Independencia, Oficina de Inmigración, la Autoridad Portuaria, el Hotel Strand o la Oficina de Correos han conservado su viejo – aunque ahora decrépito – encanto colonial que dan la sensación de que hemos abandonado Asia.

Otra de mis recomendaciones es la visita al enorme Museo Nacional.

En él encontraréis, a lo largo de sus cuatro plantas, un amplio abanico de piezas artísticas de diferente índole, todas ellas representativas de la cultura birmana.

La Pagoda Botahtaung

Finalmente, para cerrar nuestra lista, añadiré la Pagoda Botahtaung, construida al lado del río Yangón.

Dicen que era una de las más antiguas de la ciudad pero lo cierto es que la que se puede visitar en la actualidad es una reconstrucción de después de la Segunda Guerra Mundial.

Esta pagoda es mucho más pequeña que la Pagoda Shwedagon pero no menos impresionante con todo su interior totalmente recubierto de oro.

Dentro hay una reliquia con cabellos de Buda y allí pasan miles de fieles al día a reverenciarla.

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Dónde dormir en Rangún



Mi recomendación es el Family Treasure Inn. 

Es un lugar bastante anticuado pero limpio y céntrico.

Su precio de lo más razonable para los precios que se mueven en Birmania.

Family Treasure Inn en Yangón
Family Treasure Inn en Yangón

Mi viaje a Ragún: Diarios de viaje



Tras dos semanas en Malasia que habían dado mucho de sí, empezaba una nueva aventura: Myanmar, la antigua Birmania. Tenía muy buenas referencias sobre este país así que sólo esperaba que no me defraudara. ¡Y no lo hizo!
Nada más llegar a Rangún, antigua Yangón, me vi envuelta en un mundo totalmente diferente al mundo multicultural y relativamente occidentalizado de Malasia. El turismo en Myanmar apenas se ha abierto hace 10 años y pequeños detalles como sus largos longuis y sus caras recubiertas de thanaka, la autenticidad y carácter propio de Birmania enseguida me empezaron a enamorar.

Nada más instalarme en mi hostel, pude disfrutar de sus olores y sabores al encontrarme en el mismo Chinatown, un mercado de comida de lo más loco en el que durante los próximos cuatro días siguientes adoraría perderme.

Una de las primeras visitas y de los lugares imprescindibles para visitar es, sin duda, Shwedagon Pagoda. Este enorme complejo religioso con cientos de estupas es realmente impresionante. Tiene 4 accesos con unos largos pasillos con escaleras con techos esculpidos. En su interior cada representación de buda es a cuál más curiosa y espectacular. Los de monjes budistas que visitan este monumentos le dan color al conjunto (rojo, ellos, y rosa, ellas). Estos adorables monjes no dejaban de pedirme fotos sin parar o simplemente se me acercaban con la excusa de practicar inglés… 🙂 Tras la visita a la Pagoda Shwedagon, lo ideal es claramente dirigirse al parque que se encuentra a su lado para pasear por el mágico Lago Kandawgyi. Se puede recorrer todo el lago recorriendo sus kilómetros de puentes de madera hasta llegar al barco imperial de Karaweik (acceso de pago. En su interior, un restaurante en el que se puede asistir a conciertos de música tradicional).

Al día siguiente, caminaría a echar un vistazo al gran mercado de Bogyoke, un antiguo edificio colonial que recoge todo tipo de artículos perfectos para comprar regalos: telas, joyas y artesanías. A continuación me dirigiría hacia otro de los emblemas de Rangún: el Buda reclinado en la Pagoda Chaukhtatgy. No me esperaba que tras ver unos cuantos Budas, este pudiese impresionarme tanto. Aunque no es una de las estatuas más preciosas ni más antiguas, su tamaño (6 pisos de altura) y belleza no son nada desdeñables. Destacan sus enormes pies con los símbolos representativos de las cualidades superiores de Buda.

Durante las dos semanas por Malasia, no encontré ningún museo que llamase demasiado mi atención, sin embargo, en el caso de de Myanmar, el Museo Nacional de Rangún sí estaba altamente recomendado. Confirmo que merece la pena. Es un compendio de la cultura y de las tradiciones del país: desde objetos arqueológicos hasta una interesante colección de trajes regionales. Cuando salí del museo, estaba emocionada por descubrir todo lo que Myanmar tenía aún por enseñarme.

 Durante el tercer día, me dirigiría en dirección a otra de sus pagodas más importantes de la ciudad, la Pagoda Sule que, por desgracia, vería debajo de unos andamios al encontrarse en reformas. A un paso empieza el barrio colonial de la ciudad que se entremezcla con el distrito financiero. ¡Nada que ver con lo visto los días anteriores! Occidente había ganado la partida en esa zona de la ciudad. Si bien es cierto que algún que otro edificio colonial es bonito, muy pronto me escaparía en dirección al río Rangún. Visitaría finalmente la pagoda más antigua de la ciudad, la Pagoda Botahtaung, que se encuentra algo apartada de todo lo demás, en la ribera del río Rangún. Lo más destacable de esta pagoda es que todo su interior están recubiertas de paredes de oro y más oro. Tras una media hora de recorrido y sin encontrarle mucho más, decidí entonces sentarme frente a uno de sus budas, una costumbre que se repetiría mientras estaría por Myanmar. Todos sus templos me transmitían tanta cordialidad y paz que me gustaba sentarme junto al resto del gente que, muchas veces, más que para reza simplemente se convierte en un lugar de reunión.

 Entonces, se acercó un hombre mayor que educadamente me preguntó en inglés de dónde venía y qué hacía allí. Entonces le conté que me había tomado un tiempo para viajar. Me preguntó sí sabía que el horóscopo birmano era diferente. Me explicó que todo dependía del día de la semana en la que habías nacido y me preguntó por el mío. Tras contestarle que el lunes me dijo que entonces mi planeta era la luna («sandora» en birmano) y mi animal el tigre. Me quedé perpleja pero él se quedaría más alucinado cuando le dije que me llamaba “Sandora” y le enseñé que tengo tatuado una media luna con un felino en mi omóplato derecho.

– ¿De verdad, no sabías que esos son tus símbolos?

– ¡Desde luego que no! ¡Si no, no te lo hubiese enseñado! – Le contesté

Así que el hombre emocionado, me cogió de la mano y empezó a contarle esta casualidad a sus amigos que por allí andaban. Entonces, salimos al patio y me dijo que si el destino me había llevado hasta Myanmar, tenía que echarle agua a mi signo. Allí nos fuimos junto al tigre y seguí el ritual que me indicó.

– ¿Tienes hermanos?  – Me preguntó
– Sí, le contesté.
– ¿Qué día nació?
– Un miércoles.
– Bueno, pues iremos también a echarle agua al elefante para protegerla de la mala suerte. Así lo hicimos…

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