Mi viaje y recomendaciones para viajar a Luxor

Sandra Candal

Tras las paradas en Asuán y Abu Simbel y, por Kom Ombo y Edfu llegaba el turno de Lúxor dónde habría muchísimas lugares más que descubrir.

Qué ver en Lúxor



Lúxor se edificó sobre las ruinas de Tebas, que había sido la capital del antiguo Egipto.

El Templo de Lúxor

El templo de Lúxor, Patrimonio de la Humanidad, se encontraba en pleno centro de la antigua ciudad.

Estaba dedicado al dios Amón y es de los pocos templos del Nuevo Imperio que se conserva.

Nos conduce a él una avenida llena de esfinges.

Al igual que el Templo de Edfu tiene un pilono a su entrada (dos colosos sentados en los laterales) y tenía dos obeliscos aunque uno no ha sido devuelto y sigue en París (Francia) en la plaza de la Concordia.

En su interior aún se conservan grandes columnatas.

Llama la atención que la Mezquita de Abu el-Hagag fue levantada sobre el patio del antiguo templo.

El Templo de Karnak

Karnak era una pequeña población que estaba en frente de la antigua Tebas, junto al Nilo.

También ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad en 1979.

Durante siglos, fue uno de los centros religiosos más importantes de Egipto: unos 30 faraones contribuyeron en su desarrollo y hoy nos encontramos en un enorme conjunto arquitectónico con varios recintos y templos dedicados a diferentes dioses.

Lo más llamativo es su alucinante sala hipóstila con sus 122 columnas de 23 metros de altura que nos permite intuir la suntuosidad que debía poseer el lugar.

El Valle de los Reyes

Como bien sabréis, las pirámides eran monumentos funerarios.

Sin embargo, con el paso de los siglos y debido a los numerosos saqueos que fueron sufriendo esas tumbas, durante el Imperio Nuevo, los faraones se trasladaron a lugar mucho más recónditos.

¡De hecho, aún muchas están por descubrir de lo bien escondidas que están!

En la actualidad, al comprar la entrada para el Valle de los Reyes, los turistas pueden tener acceso a tres de ellas.

No se permiten sacar fotos en su interior pero he de decir que me impactó profundamente ver lo intactos que se mantienen los colores de los jeroglíficos que se pueden ver en su interior. 

El Templo funerario de Hashepsut

Este templo, perteneciente al Nuevo Imperio, se encuentra en el Valle de los Reyes, en un terreno desértico.

Fue construido en honor a Amon-Ra y se trata de un monumento funerario de la primera Reina-Faraon, Hashepsut.

Es un monumento único que ha sido también declarado Patrimonio de la Humanidad.

¿Por qué? Se trata de un edificio en tres terrazas y cada piso, posee columnatas de pilares cuadrados. 

Los Colosos de Memnón

Se tratan de dos estatuas gemelas gigantes que representaban el faraon Amenhotep III.

Presidían la entrada al monumento funerario del gobernante.

Por lo visto, los colosos quedaron dañados e el s. I a.C. tras un terremoto.

A partir de entonces, se empezó a decir que «cantaban» por la mañana, probablemente porque con el rocío, el agua producía ruido a través de sus grietas.

Mi viaje a Lúxor: Diarios de viaje



El barco atracó por la tarde en Lúxor y seguimos con las visitas. Nos trasladaron en calesa hasta el templo. A cada vez que Hossam y yo nos cruzábamos en alguna parte con nuestros amigos “latinos” todo eran carcajadas y cachondeo. Si Kom Ombo me había gustado, esto no dejaba de ir en aumento. La avenida flanqueada por esfinges, las dos enormes estatuas de faraones a la entrada del templo, el obelisco hermano que robó Napoleón y que se encuentra hoy en día en París en la plaza de la Concordia (ese sí lo conocía), la huella de una mezquita que fue construida antes de encontrar el yacimiento, la luz del atardecer… Me sentía cada vez más embriagada por lo que me rodeaba y no dejaba de preguntarle más y más cosas a mi guía (ventajas de estar sola). Hossam acabó diciéndome que no tenía la sensación de trabajar por lo mucho que veía que disfrutaba con todo y es que realmente era así. 🙂

Cayó la noche y cuando por fin decidimos retirarnos, en una de las últimas salas de jeroglíficos, me giré y entonces Hossam me robó un beso. Me enrojecí. Decidí no darle importancia y traté hacer como si nada había ocurrido. Salimos del recinto pausadamente sin apenas hablar, fuimos a tomarnos un café, volvimos a charlar de todo un poco como si nada y finalmente entre risas volvimos al barco a descansar…

A la mañana siguiente, cuando bajé a desayunar, Hossam parecía molesto. “¿Por qué te fuiste para tu habitación y no bajaste a tomar algo? ¡Te estuve esperando!”. “¡Porque necesitaba descansar!”, le contesté. Centrémonos. Guiri europea viaja sola y se lía con su guía. ¡Es mi guía! ¡Un rollo de vacaciones! ¡Estoy en Egipto, un país musulmán! ¡Tenemos formas de pensar muy diferentes (aunque muchas cosas en común)! Pero… ¿para qué meterse en líos? Hossam no se lo tomó muy bien y aquella mañana se mostró más profesional conmigo…

Las mejores visitas del viaje estaban a punto de llegar. Aquel día empezamos con el Valle de los Reyes. Parece increíble que este lugar extremadamente escondido (¡ese era el objetivo!) haya sido descubierto y tengamos la suerte de poder visitarlo. Nada más llegar, estábamos perplejos con la poca gente que había. Cogimos un pequeño tren que nos dejó en la entrada de las tumbas. Hossam me contó entonces las historias de Champollion, obsesionado con los jeroglíficos, y de Carter, arqueólogo inglés que descubriría intacta la tumba del famoso Tutankamon. Tras la explicación, entré sola, directamente, sin hacer cola.

Empecé a sentir una energía muy particular en el interior. Los jeroglíficos apenas parecían haber perdido su color y se me pusieron los pelos como escarpias. Cuanto más bajaba más fuerte me latía el corazón; me venía a la mente todo lo que aquellas personas podían haber sentido ante tremendo hallazgo. Ese montón de sensaciones intensas me dejó totalmente muda, se me hizo un nudo en la garganta. Noté cómo me inundaba la emoción y empecé a llorar de felicidad. ¡Qué afortunada era por poder ver aquello! Cuando salí, me costó un buen rato poder hablar y explicarle a Hossam todo lo que había sentido.

Cogimos de nuevo el trenecito y un montón de niños empezaron a acercarse a nosotros con la esperanza de vender algún souvenir. Entonces apareció un niño de largas pestañas que me cautivó. Era extremadamente tímido y su hermano mayor trataba de ayudarle. Como me había ocurrido en India y Marrakech, ya conocía el peligro de este tipo de «negocios». Muchos padres obligan a sus hijos a trabajar ya que el chantaje emocional con los turistas resulta muy rentable. Nos estábamos alejando ya pero al volver a mirar para él, se me rompió en pedazos el corazón. Le acabé comprando sus roídas postales. Un coro de niños nos rodeó y empezó a vitorearlo por realizar su primera venta. 🙂

Llegamos al templo de HatshepsutDeir el-Bahari. Tras las sensaciones acumuladas durante la mañana, ya no me impactó tanto a pesar de su gran belleza. A continuación, fuimos a ver los impresionante colosos de Memnon. La situación empezó a relajarse cuando, entre bromas, le dije a un vendedor ambulante que no me molestase porque estaba con mi novio egipcio.

La mañana pasó volando. Durante la comida, a Hossam ya se le había ido pasando el «cabreo» de la mañana y volvieron la complicidad, las risas… ¡y las miraditas! Decidimos ir temprano a visitar el complejo de Karnak y cuando llegamos… ¡Ni un alma! Fui tan afortunada por recorrer la avenida de carneros, la increíble sala hipólita, todos aquellos templetes a mi aire… El conjunto es mucho más que inmenso y aquel espacio estaba a nuestra total disposición para jugar al escondite tras las columnas, desaparecer donde nadie podía vernos…

Tras un día tan intenso, esa noche se acaba el crucero. Al día siguiente marcharía para El Cairo. Hossam lo haría en tren (le acompañé a la estación a por su billete), yo lo haría en avión. Entonces, me avisaron de que tendría otro guía en El Cairo; esa sería mi última noche con Hossam. Tras la cena, la señora argentina, los tres guías y yo salimos a tomar algo y de regreso al barco paseando por un parque, de repente, todos desaparecieron para dejarnos un último momento a solas y poder despedirnos. Le regalé un libro y en su interior le dejé mi número esperando que pudiese volver a verle en El Cairo de forma ya extraoficial.

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